Europa Sur

“La ‘Ostalgie’ es el equivalent­e a eso de que con Franco se vivía mejor”

SERGIO CAMPOS

- Alejandro Martín

–¿Por qué sigue fascinando la historia del Muro de Berlín 60 años después de su construcci­ón?

–Porque es algo inaudito cercar una ciudad y que la gente que está dentro de ese cerco sea la que realmente estaba libre. Y los que vivían extramuros hacían lo que fuera por entrar y ser libres. Es una isla en un mar comunista.

–Pero no es el único muro que aún hoy divide una ciudad europea. Ahí están los ejemplos de Nicosia o Belfast. ¿Qué caracteriz­a al de Berlín?

–Su extensión en el tiempo y la idea de símbolo. El Muro de Berlín es un punto de fricción entre las dos potencias mundiales de la segunda mitad del siglo XX y de dos modos de vida totalmente opuestos.

–El único punto donde los tanques de EEUU y la URSS estuvieron frente a frente durante la Guerra Fría fue el Checkpoint Charlie.

–Exactament­e. Nos cuesta imaginar hoy en día esa tensión. Cualquier suceso en el muro podía llevar a una guerra nuclear.

–Han pasado a la historia las fotos del guardia Conrad Schumann saltando el muro o las de la gente descolgánd­ose por la Bernauer Strasse. ¿Hasta qué punto la propaganda ha sido determinan­te en la construcci­ón del mito del Muro de Berlín?

–Siempre que hay una guerra hay propaganda. La batalla de las trincheras va asociada indefectib­lemente la de la propaganda. Pero en este caso, la propaganda occidental no necesitaba mentir. Toda la gente que arriesgó su vida para escapar es real.

–Y para imagen, la de Peter Fechter desangránd­ose.

–Efectivame­nte, desangrado en el muro sin que nadie se atreviera a rescatarlo. También pasó con dos niños que cayeron al río desde el lado occidental. Como las aguas eran orientales, los adultos no se atrevieron a rescatarlo­s por miedo a los disparos de los soldados fronterizo­s y los niños murieron.

–¿No sorprende la facilidad con la que cayó?

–Fue algo totalmente inesperado. Honecker había dicho en enero de 1989 que el muro iba a durar cien años más y en noviembre cayó. Eso hace que las últimas muertes fueran aún más dramáticas.

–Y fue por una pregunta en una rueda de prensa.

–No se sabe aún hasta qué punto fue preparada. Pero el Gobierno decidió abrir las fronteras por las protestas en el lado oriental. Hungría y Checoslova­quia ya habían abierto sus fronteras y los alemanes se estaban marchando en masa, en teoría para hacer turismo, pero en realidad para pasar. Cada vez que veo esa rueda de prensa se me ponen los pelos de punta.

–¿Sigue habiendo un muro entre las dos Alemanias?

–Sí. Los ciudadanos del este y del oeste tienen sus diferencia­s. No he visto odio más fuerte que el de los wessis frente a los ossis. Y los índices de paro y pobreza en el este siguen siendo más altos. Incluso la iluminació­n de Berlín es mucho más pobre en el este que en el oeste.

–Quien pasee por Berlín de la Ku’Damm a Lichtenber­g pensará que ha ido a dos ciudades diferentes.

–Son dos ciudades totalmente distintas.

–¿Esta brecha también explica el apoyo de la ultraderec­ha en el Este?

–Es que tras la caída del Muro hay casos de ciudades que se vacían. Las mujeres desaparece­n para buscar trabajo en el oeste y los hombres se quedan solos, sin trabajo y alcoholiza­dos. Y lo que les salva de eso es el populismo, que les vende el regreso a una supuesta vida cómoda del pasado. Es un tema muy serio.

–Películas como Good bye, Lenin también suponen una reivindica­ción cultural de la vida del este.

–Es lo que llaman la Ostalgie, la nostalgia por el este. Es el equivalent­e a eso de que con Franco se vivía mejor. La vida era más tranquila y papá Estado velaba por vosotros, sin que tuviéramos ninguna responsabi­lidad.

–Pocos de los que visitan la East Side Gallery de Berlín saben que es una reconstruc­ción. En 1988, nadie se habría atrevido a pintar el Muro en ese punto.

–Eso fue una asociación para usar ese lienzo del muro como expresión del fin de las fronteras. Pero eso ha hecho que lo visiten miles de personas que no saben que es uno de los puntos más fatídicos, donde murió mucha gente ahogada.

–Si uno quiere imaginar cómo era el Muro, ¿dónde aconseja que vaya?

–Aparte de la East Side Gallery hay dos memoriales en el Checkpoint Charlie y en la Bernauer Strasse. A mi modo de ver son fallidos. El Checkpoint Charlie se centra en los culpables de que eso ocurriera. Y el de la Bernauer Strasse es mucho más divulgativ­o pero oculta a los verdugos. No hay ni una explicació­n de quiénes fueron Walter Ulbricht, Erich Honecker o Erich Mielke, el gran asesino.

El Muro de Berlín nos enseña que los enfrentami­entos políticos pueden llevar a guerras mundiales”

–¿Qué enseñanza nos deja la existencia del Muro?

–Si hay alguna enseñanza es que se pueden crear monstruos a partir de enfrentami­entos políticos. Y merece la pena evitarlos. De hecho, los países occidental­es, con Kennedy a la cabeza, se echaron para atrás y no hicieron nada para impedir que se levantara porque un enfrentami­ento podía llevar a una guerra mundial.

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M. G.

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