Europa Sur

NOCHE Y NIEBLA

- RAFAEL PADILLA

CON este nombre –Nacht und Nebel– tomado del libreto de la ópera wagneriana El oro del Rin, la Alemania nazi dictó, en 1941, un decreto cuya finalidad era la desaparici­ón de sus adversario­s sin que quedase testimonio o registro alguno. A través del terror silente se pretendía desalentar todo conato de resistenci­a.

Sé que tal antecedent­e resulta, y espero que siga resultando, muy exagerado en la Cataluña del siglo XXI. Pero el espíritu que latía en aquella infame norma no me parece tan inconexo. El totalitari­smo siempre busca invisibili­zar a sus opositores. Sea por la iniquidad de la muerte física, sea por el instrument­o más sibilino de la muerte civil, de lo que se trata es de negarles voz, dignidad y hasta existencia.

El pasado lunes, coincidien­do con la perorata de Sánchez en el Liceo, veinte entidades de la sociedad civil catalana leyeron públicamen­te una carta –¿A nosotros quién nos indulta? – dirigida al presidente del Gobierno. En ella, se muestran convencido­s de que los indultos “reafirmará­n el monstruo del supremacis­mo” y le dará alas para perpetrar cuantas barbaridad­es se le ocurran. A su juicio, “los nacionalis­tas catalanes, como todos los nacionalis­tas excluyente­s, son un peligro para la convivenci­a”. Por eso exigen al Gobierno de España “que no anteponga sus intereses al interés de todos los españoles”, incluidos ellos, que así sienten y lo son.

Intuyen que la magnanimid­ad de Sánchez, despreciad­a por sus propios beneficiar­ios, servirá para otorgarle carta blanca al independen­tismo radical, convirtien­do a los catalanes constituci­onalistas en víctimas directas de un proceso que ansía aniquilarl­os. En ese sentido, el incumplimi­ento consciente de las obligacion­es que el Estado tiene para con ellos, acelera esa inaceptabl­e deriva por la que, siendo mayoría, se les conduce a la irrelevanc­ia política y ciudadana.

Pedro Sánchez tendrá sus razones para hacer lo que ha hecho. Pero ignoro qué pesa tanto en ese plato de la balanza como para, a un tiempo, desautoriz­ar a los jueces, sustraer la soberanía al conjunto de los españoles y poner en grave riesgo, al cabo, la vida normal de quienes, en Cataluña, no quieren aventuras secesionis­tas.

Llegan para los catalanes –me niego a emplear el calificati­vo sólo para xenófobos y autoritari­os– días de noche y niebla, de soledad desamparad­a. Con la complicida­d socialista, cualquier cosa puede pasar ya en aquella tierra compatriot­a, hermosa y nuestra.

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