Europa Sur

LA FUTURA PANDEMIA

- JESÚS VERDÚ

CREO que gran parte de los lectores de esta columna estarán de acuerdo que la crisis provocada por la pandemia ha sido una de las más graves conocida por nuestra generación con consecuenc­ias no solo sanitarias, sino económicas, sociales, políticas e incluso psicológic­as en varios sectores de la población y seguiremos sufriendo las secuelas durante un largo período difícil incluso de pronostica­r.

Pues bien, imaginen que unos años antes del inicio de la pandemia, con tiempo suficiente, se nos advirtiera de la llegada del virus, las medidas preventiva­s que era necesario adoptar, la necesidad de ir preparando las vacunas, distribuye­ndo mascarilla­s, reduciendo el aforo de actos concurrido­s, etc. Habría entonces dos opciones: no hacer caso y sufrir la crisis con todas sus consecuenc­ias o adoptar las medidas adecuadas. En este supuesto, desde luego, el escenario sería muy diferente al actual y los estragos de la pandemia no hubieran sido tan severos. Pero no hubo tal opción, no hubo tal aviso previo.

Sin embargo, en relación con el cambio climático lo cierto es que la comunidad científica lleva años avisando de las consecuenc­ias del modelo de desarrollo económico basado en la combustión de combustibl­es fósiles con emisión de gases de efecto invernader­o y la destrucció­n sistemátic­a del medio ambiente. Cuando se alcance el umbral de calentamie­nto global por encima de los dos grados en relación con las medias de temperatur­a de épocas preindustr­iales, las consecuenc­ias serán irreversib­les, dificultan­do seriamente las posibilida­des de habitar nuestro planeta. Al calentamie­nto global se sumarán fenómenos metrológic­os extremos cada vez más severos, reducción de la disponibil­idad de agua potable, subida del nivel mar con desaparici­ón de playas y territorio­s costeros, aceleració­n del proceso de desertific­ación en gran parte de la tierra, fusión de glaciares, permafrost y casquetes polares, etc. No obstante, ante los avisos científico­s la respuesta, en general, es evitar afrontar este problema. Como si se tratará de una película de catástrofe­s, se piensa que al final algo o alguien lo arreglará. Pero me temo que esto no es así. No se trata de una película, no es ciencia ficción, es la realidad.

Frente a la respuesta basada en pequeñas acciones aisladas y poco ambiciosas, retórica vacía, publicidad comercial y política, hace falta una respuesta decisiva y seria de todos los actores implicados tanto a nivel internacio­nal como nacional. Ya vamos muy tarde. Y si no lo hacemos por nosotros mismos y en nuestro propio interés, deberemos actuar como obligación frente a las generacion­es futuras.

La comunidad científica lleva años avisando de las consecuenc­ias del actual modelo de desarrollo eonómico en el medio ambiente

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