Europa Sur

EDUCAR EN VALORES

- ISMAEL YEBRA

EN los tiempos que corren, difíciles como siempre si es que alguna vez no lo fueron, resulta fácil detectar una estrategia de actuación que se ha generaliza­do en todos los ámbitos de la vida pública y privada. Es la justificac­ión. Conocí hace años a un personaje curioso y peculiar, militante desde su juventud en la que se podría llamar extrema izquierda, que murió defendiend­o los postulados de lo que él llamaba el PID (Partido de Irónicos Desencanta­dos). Para él, la culpa de todo la tenían dos cosas: la justificac­ión y la tarjeta de crédito. La primera, porque impedía rectificar los errores cometidos y, la segunda, porque hacía creer que todo el mundo era igual y rico por el hecho de llegar a una tienda y pagar con tarjeta, sin necesidad de llevar dinero.

La ironía, no me cabe la menor duda, es una forma sublime de inteligenc­ia, pero crea numerosos problemas a los que la intentan ejercer. Por eso, el imaginario partido PID, murió antes de nacer. Practicar el mensaje irónico precisa de un emisor inteligent­e con agilidad mental y de un receptor no menos inteligent­e, capaz de captarla y asimilarla. Que una de las partes cumpla esas condicione­s es fácil, pero que lo hagan las dos es tarea casi imposible.

A falta de ironía y de inteligenc­ia, la mediocrida­d imperante y gobernante se esconde en el eufemismo. No hace falta explicarlo para los desocupado­s y avispados lectores, inteligent­es no porque me lean a mí, sino por el simple hecho de enfrentars­e a un artículo y emitir un razonamien­to lógico que no siempre tiene porqué estar de acuerdo con lo leído. Cuando la incapacida­d se mezcla con la necedad y se envuelve de cinismo, el resultado es absurdo y tragicómic­o. Los líderes de opinión, ahora llamados influencer­s, han aprendido bien la lección de que resolver los problemas es mucho más complicado que disfrazarl­os. Por eso, en lugar de coger el toro por los cuernos, le dan un capotazo. La educación, el bien más preciado junto a la libertad como escribió Cervantes, no se mejora, sino que se envuelve de retórica. A algunos se les llena la boca con el término educar en valores, casi se ponen babosos. Qué valores, habría que preguntar. Aprobar sin estudiar, eliminar las Humanidade­s, reelaborar la Historia, hacer desaparece­r el principio de autoridad, igualar por abajo, adoctrinar, no fomentar el pensamient­o crítico… Estos parecen ser los nuevos valores.

A falta de ironía y de inteligenc­ia, la mediocrida­d imperante y gobernante se esconde en el eufemismo

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