No importa quién lo diga
“La verdad es la verdad, dígala Agamenón o su porquero”, afirmaban los antiguos griegos. Esto le suena hoy a griego a muchos fanáticos, que rechazan escandalizados todo lo que no concuerde con su político Agamenón, aunque sean verdades de a puño. Un titular de un diario critica ferozmente a Casado por decir: “Tenemos a una ministra en el Gobierno por ser mujer de un vicepresidente”, para criticar ferozmente esa afirmación suya. Sin duda es un enorme machismo, pero de Iglesias, que se rodeó de muchas mujeres ministras para dominarlas mejor. La incapacidad administrativa de Irene ha demostrado de sobra que no fue por méritos propios, sino a pesar de no tenerlos. Más aún, también ha demostrado su propia prepotencia sexual, su hembrismo. Ya había hecho cambiar el nombre de su partido, neutro, a uno femenino, Unidas Podemos. Después escogió sólo a mujeres para ser altos cargos de su Ministerio de Igualdad, lo que pronto parecerá increíble una exageración del historiador. Ahora incluso –apoyada por el machismo persistente en la sombra de Iglesias– gobierna ya todo el partido, como parte de una trinidad en la que ella, con su amiga íntima, forman la mayoría real sobre la nominalmente presidenta. Vamos, que Casado se quedó corto porque denunció el inmutable machismo de Iglesias, pero no el cada día más amenazante hembrismo de su mujer y de su séquito.