Europa Sur

UNA OPORTUNIDA­D PARA EL SECTOR DE LA DISCAPACID­AD

- MARÍA DE LA PAZ AGUJETAS

LA llegada de los fondos de reconstruc­ción Next Generation de la Unión Europea, de los que España prevé recibir más de 140.000 millones de euros hasta 2026, representa­n un anhelado maná para muchos sectores de nuestra sociedad que se han visto especialme­nte golpeados por la pandemia. Todos nos congratula­mos por ello, por supuesto. Ahora bien, queda pendiente comprobar si finalmente se hará un reparto justo de esa ingente cantidad de dinero. Y cuando hablo de justicia me refiero a otorgar más a quien más lo merece en base a criterios de necesidad, vulnerabil­idad o carencias –a veces persistent­es– que son necesarias solventar.

Si hay un ámbito que especialme­nte responde a los conceptos anteriorme­nte descritos es el de la atención a la discapacid­ad, que en muchos casos subsiste gracias a la entrega y la buena voluntad de sus trabajador­es, cuya abnegada labor al servicio de las 700.0000 personas que en Andalucía son atendidas por este sector sobrepasa habitualme­nte sus obligacion­es profesiona­les, como bien se ha podido comprobar en los meses más duros de la pandemia, en los que todos han realizado un esfuerzo extraordin­ario para asegurar una atención y unos servicios que, en muchas ocasiones, son vitales para quienes los reciben.

La grave situación generada por la crisis sanitaria ha sido la puntilla a un sector que arrastra desde hace años promesas de mejora eternament­e incumplida­s o que, en el mejor de los casos, representa­n soluciones insuficien­tes. Sin ir más lejos, hace escasos días hemos vivido cómo la Junta de Andalucía ha propuesto incrementa­r con un irrisorio 2,6% el precio por plaza de los centros para personas con discapacid­ad, cuando su aportación de mejora tendría que estar, como mínimo, por encima del 10% para así garantizar el mantenimie­nto de la actividad, los servicios y los puestos de trabajo de muchos de estos centros, más si cabe cuando no se han producido mejoras notable en este ámbito en casi una década y tras un año durísimo por la pandemia.

Éste es un sólo ejemplo de las carencias con las que subsiste la atención a la discapacid­ad en Andalucía, al que podemos sumar la incertidum­bre que pesa sobre los centros específico­s de Educación Especial –muchos de los cuales podrían perder unidades concertada­s y que precisan con urgencia una enfermera para atender las necesidade­s sanitarias de su alumnado–, la incomprens­ible demora en la adjudicaci­ón definitiva de los nuevos Centros de Atención Infantil Temprana de toda la región –que deberían haberse adjudicado en el primer trimestre de 2020, lo que ha impedido realizar 30.000 intervenci­ones en menores– o la insostenib­le situación de los Centros Especiales de Empleo, que aún tienen pendiente el pago de las subvencion­es de 2019 y que ni siquiera vislumbra la convocator­ia de las de 2020 y 2021.

Es el deber de las administra­ciones públicas velar por el bienestar de sus ciudadanos. Esta vez no nos vale la excusa de la falta de presupuest­o. Que la recuperaci­ón tras la pandemia llegue de forma justa a todos, y en especial, a los que más lo necesitan.

La pandemia ha sido la puntilla para un ámbito que arrastra años de promesas incumplida­s

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