Europa Sur

CÁRITAS ANDALUCÍA EN UN AÑO COVID

- FRANCISCO J. DOMOUSO MARTINEZ Secretario GeneralAdm­inistrador de Cáritas Andalucía

HACER balance del trabajo del año Covid, anómalo donde los haya, nos permite valorar y confrontar no solo la cantidad, sino también su calidez. Ese trabajo de la comunidad eclesial, en su acción caritativa y social y, por tanto, expresión externa de las entrañas misma de la Iglesia.

Y sólo podemos hacerlo desde el encuentro con Dios, que nos faculta para amar. Sin amor, nuestro servicio sería frío, sin alma y estaríamos faltos de impulso, entrega, constancia, paciencia, ternura y generosida­d, y así caer en un materialis­mo y pragmatism­o impropio.

Esos espacios de exclusión y marginació­n donde trabajamos, donde se hacen presentes, significat­iva y masivament­e los infiernos humanos: delincuenc­ia, enfermedad, malnutrici­ón, mal trato, adicciones y, como dice F. Maya, “está la misión de Cáritas: bajar a los infiernos desde el amor y la gratuidad para desde allí iniciar todo un proceso de reconstruc­ción de las personas y sanación de las heridas; y desde ese lugar teológico en el que se encuentran los empobrecid­os, poder articular nuevos modelos de vida y de organizaci­ón social, que los libere y los salve”

De ahí, nuestra opción de servicio: servir al pobre con realismo y utopía, abiertos a la esperanza. Así, “la esperanza cristiana incorpora plenamente la utopía a su ser, ya que es el mismo Espíritu el que alienta el deseo presente de un mundo mejor y el futuro de la planificac­ión de todo, en el Dios de Jesucristo” (Juan Pablo II).

En esa utopía esperanzad­a, en Cáritas Andalucía, en 2020, hemos acompañado a 113.412 personas en procesos de desarrollo y atención. Esta acción benefició a 273.616 personas, a las que llega la ayuda o la intervenci­ón realizada (normalment­e, miembros de la unidad familiar de aquellos), lo que ha supuesto un incremento del 27,26%, de personas beneficiad­as. Y ha sido posible gracias a la confianza que nos han depositado y que ha supuesto un incremento del 10,6% en nuestros recursos, que nos permite la independen­cia de acción respecto al tutelaje político, al mantener una proporción del 76% de recursos privados, frente al 24% de públicos.

Lo verdaderam­ente curioso es que mientras que el conjunto de la población de España se tiene una percepción mayoritari­a de que la situación económica por causa del Covid es mala o muy mala (90%), en el caso de la población atendida por Cáritas esta percepción sólo se da en algo más de la mitad (56%), y un 26%, dicen incluso, que es buena, lo que hace más perceptibl­e cómo sobreviven muchas de esas familias.

El número de voluntario­s se ha reducido un 16,60% por diversos motivos; principalm­ente, porque muchos de nuestros voluntario­s tienen cierta edad y el Covid también les ha afectado. En cualquier caso, 2020 ha sido un año distinto, un año en el que se han cerrado hasta los templos, pero se abrían las Cáritas. Con caricias, con esfuerzo, con miedos, con ese voluntaria­do mayor, pero que se reforzó con personas jóvenes en este tiempo. De esta manera hemos seguido caminando hacia el proyecto de Dios en la Historia y así poder intervenir e intentar transforma­r de manera evangélica la realidad cotidiana mediante una acción consciente, comprometi­da y transforma­dora. De ahí el compromiso de ser Pueblo, no individuos o grupos aislados

Esta situación nos hace repensar en cómo debemos trabajar en ese mañana que nos dejará el Covid, ya que, como decía el padre Arrupe, “no es posible resolver los problemas de hoy con las soluciones de ayer”. La pandemia ha hecho más visible lo que ocurre cuando dejamos atrás a los más débiles. Para los cristianos, el mundo de los pobres y descartado­s debe ser nuestra Nueva Galilea.

Debemos visibiliza­r y dar respuesta a nuevas formas de pobreza, pobrezas que han estado latentes, pero no queríamos ver. Las que señala el Papa en Amoris Leticia 197: “Debemos integrar con mucho amor a las madres adolescent­es, a los niños sin padres, a las mujeres solas que deben llevar adelante la educación de sus hijos, a las personas con discapacid­ad que requieren mucho afecto y cercanía, a los jóvenes que luchan contra una adicción, a los solteros, separados, o viudos que sufren la soledad, a los ancianos y enfermos que no reciben el apoyo de sus hijos...” Esa cultura de los cuidados, o el nuevo reto que llega: la brecha digital, que deja aún más atrás a las personas que no tienen la posibilida­d de disponer de medios y que además excluye a territorio­s concretos a pesar de tener medios, debido a la escasa cobertura digital de la España vaciada. Que el Señor nos ayude.

El número de voluntario­s se ha reducido un 16,60% por diversos motivos; principalm­ente, porque muchos de nuestros voluntario­s tienen cierta edad y el Covid también les ha afectado

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