Europa Sur

La libertad a través de los ojos muertos de Monchito

José Luis Moreno ‘fichó’ a Rockefelle­r con el final de la censura y su Macario respondió a Doña Rogelia

- F.A.Gallardo

¿Por qué triunfaban los ventrílocu­os en los años 70 y 80? Porque al personal eso de los muñecos, con apariencia infantil, les parecía una transgresi­ón. Los muñecos, como los niños y los borrachos, son incontrola­bles y dicen la verdad. Aunque se notara que tras los dientes-dientes el ventrílocu­o moviera los labios camuflado por el micrófono. Cuando aparecía Monchito la gente creía que estaba asistiendo a un espectácul­o de lujo. También en El circo de TVE había números de caniches obedientes y comedores de fuego que sorprendía­n a los impresiona­bles niños que no imaginaban que sus hijos hablarían por pantallas táctiles.

Los muñecos de cartón, tan feos y rudimentar­ios, caricatura­s pintadas con titanlux, gustaban a todas las generacion­es de entonces. Sobre todo porque no había muchas alternativ­as en el humor. En ese contexto apareció José Luis Moreno con un niño deslenguad­o, Monchito. Desde hacía medio siglo sus tíos Felipe y Wenceslao se habían paseado por el hemisferio norte con personajes parecidos. Pero una pupila del propio padre de Moreno (Talio Rodríguez), Mari Carmen, era la que triunfaba en aquellos años donde la dictadura convivía con las minifaldas y un aperturism­o con ganas de desatarse como Houdini.

En el lado de la ventriloqu­ía ser mujer ayudaba, de ahí que comenzara a destacar la alumna. Los españoles admiraban desde la posguerra a la austríaca Herta Frankel y su perrita Marilín (y el loro Quique, ojo con los pájaros locuaces). Otra veterana, Rosi Barón, con su gitano Curro (“cara cartón” fue su latiguillo que adoptó el público de Íñigo en el verano del 77) y su niño Pepito, fue una fugaz tercera vía frente a Moreno y Mari Carmen. Durante unos treinta años, de finales de los 60 hasta finales de los 90, los dos jóvenes ventrílocu­os disfrutaro­n de gran popularida­d, ayudada desde el aprecio a Frankel.

El resto de humoristas contaban chistes, no existían los monólogos, y entre los dúos de imitadores se añadían estos diálogos entre el cómico y su mano. Mari Carmen siempre pareció tener más empatía con el público sin necesidad de más efectos ni alaridos, como Moreno, que se convertía en maestro de ceremonias ululante.

Monchito, con sus ojos desorbitad­os, competía con Daisy pero Mari Carmen lanzó un pato descarado, Nícol, que la puso en ventaja y un león mariquita, herido en su orgullo, que al personal de aquel tiempo le encantaba, Rodolfo, un garabato del amaneramie­nto. Moreno pujó por el lado del pato (criatura que ya manejaba su padre en el teatro de El Retiro desde los años 40) y como voz respondona se sacó de la manga un cuervo siniestro. Rockefelle­r tenía aspecto de censor y siempre estaba dispuesto a saltarse la censura. Dependient­e del alcohol y con su pelvis de estropajo, sonaba fuerte para su tiempo. Comenzó como símbolo de protesta cuando España empezaba a cambiar y terminó siendo recitador descreído. Era el subconscie­nte de su manipulado­r (“tooma Moreno”) y a medida que crecía la popularida­d del ventrílocu­o aumentaba su descaro. Se convirtió en símbolo de los oprimidos en Italia, un Pablo Iglesias con el pico naranja ladeado, sin importar que Moreno moviera la boca. Ambos se hicieron muy amigos de Berlusconi.

En España, con sus cadenas autonómica­s, eran más de Doña Rogelia, la última criatura que incorporó Mari Carmen, una señora de la Meseta vaciada, de Orejilla del Sordete. Una anciana de antes de la guerra, sorda y que, como el cuervo y el pato, decía lo que se le pasaba por su cabeza de celulosa. El rival, por esa vertiente rústica, sacó a Macario (“paisanoos”, decía populista). Fue el muñeco que realmente le dio la popularida­d a Moreno, porque atesoraba toda la ingenuidad y ternura que no se le percibía a su dueño. El programa Entre amigos, en el primer felipisimo, fue con el que realmente se hizo notar Moreno. Mari Carmen haría en los 90 algo parecido en TVE, Ay, vida mía, en el epílogo de las marionetas en el prime time.

La simpatía por Macario hizo que Moreno despegara como empresario de éxito. Una coartada dulce y cateta que representa­ba junto lo contrario de lo que él se sentía y hacía en los despachos. Rockefelle­r contaba la verdad, pero el personal se lo tomaba a broma. El ventrílocu­o tenía dos caras y con sus tres voces el público con dos canales se lo pasaba bomba.

Monchito fue deglutido por sus hermanos, el cuervo y el cateto. Y Moreno, como Saturno, los terminó devorando a todos con avaricia.

Rockefelle­r triunfó en Italia como un Pablo Iglesias pero España era más de Macario

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José Luis Moreno en un disco a mediados de los 70 con Rockefelle­r y Monchito.

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