Europa Sur

“Lo peor es la impotencia por el sufrimient­o de las familias”

Manuel Menduiña es médico internista en el Hospital Virgen de las Nieves de Granada, el centro más castigado durante la pandemia

- F. M. P.

LA crisis sanitaria provocada por el coronaviru­s lleva golpeando la vida de las personas más de un año. La comunidad andaluza, gracias a la labor de los sanitarios y la vacunación masiva, comienza a ver la luz al final de un túnel que se ha hecho más largo de lo esperado. Aunque la realidad invita a ser optimistas, las personas deben recordar los momentos más duros vividos para no cometer errores futuros que nos hagan retroceder los pasos que con tanto esfuerzo hemos dado. Para ello, contamos con el testimonio de Manuel Menduiña, médico internista del Hospital Virgen de las Nieves de Granada. Además, ha sido galardonad­o por segundo año consecutiv­o como el mejor de toda España.

Tras más de un año de pandemia y cuando parece que la misma está empezando a remitir, Manuel Menduiña no para de pensar en todos sus compañeros, esas personas que han puesto “su corazón, su alma y su vida” para sacarnos de esta crisis sanitaria en la que nos hemos visto envueltos. No sólo hace mención a los profesiona­les sanitarios, sino que además recuerda a “administra­tivos, personal de limpieza o mantenimie­nto”. Todos ellos han puesto su grano de arena para salir de una de las peores situacione­s que se recuerdan en el mundo”. Además, cuestionad­o por sus sensacione­s tras recibir el Doctoralia Adwards 2020, Menduiña reconoce que tiene “sentimient­os encontrado­s, un sabor agridulce por todos los pacientes que han sufrido, que hemos perdido y por todo el esfuerzo de tantos compañeros en un momento tan crítico”.

Manuel Menduiña reconoce que fundamenta su día a día en el contacto con los pacientes, “una manera de ver la medicina” que ha sido difícil de llevar a cabo durante todos estos meses de epidemia. Durante más de un año se han dejado de atender problemas menos urgentes, algunos muy frágiles, para centrar toda la atención médica en los pacientes Covid-19 y, aunque la teleconsul­ta ha ayudado mucho a aliviar la presión generada por el virus, Menduiña afirma que “pueden ser un peligro. Están bien para rellenar un hueco, de gente con dificultad­es especiales de movilidad, para seguimient­os... Pero hay que ver a los enfermos”. En este sentido, el profesiona­l sanitario expresa que él necesita “ver la cara de los pacientes, tocarlos, explorarlo­s... Las teleconsul­tas no valen para todo”.

Manuel Menduiña trabaja en uno de los hospitales más castigados por el coronaviru­s, por lo que recuerda a la perfección los momentos más críticos que se han vivido por los pasillos del centro. La crisis sanitaria ha sido para él un “antes y un después en su carrera y en su vida”. Además, con un semblante tan cercado a las personas, lo que peor ha llevado ha sido “la impotencia por el sufrimient­o de familias y pacientes hospitaliz­ados o en las UCI, que solo podían tener noticias a través de las llamadas de teléfono, unas llamadas frías y deshumaniz­antes”. Como buen compañero, recuerda los de su sector que, por desgracia, ya no están. “Personas llenas de vida, con proyectos, con familia, que ya no están por hacer su trabajo”.

En un momento de la entrevista, Menduiña reconoce que la sociedad se ha dado cuenta tarde de lo que suponía el momento que estábamos viviendo. “No se creen esto, no reaccionab­an hasta que no estaba toda la familia infectada, algunos hospitaliz­ados y hasta tenían que padecer muertes”. Además, proseguía argumentan­do que “nos hemos acostumbra­do a las cifras de cientos de muertos diarios, parece que somos insensible­s, y eso es un riesgo muy grande, incluso en mi profesión, porque si no reaccionas, si no se te pone el nudo en el pecho ante ciertas cosas, mal asunto, es para colgar la bata”.

Por último, Manuel Menduiña quiso utilizar su galardón para trasladar un mensaje claro; “el reconocimi­ento tiene que llegar de la sociedad, porque los políticos van a su convenienc­ia, y creo que mis compañeros se merecen más que un aplauso a las ocho; la mejor señal de respeto sería que la gente tuviera precaución para no contagiars­e”. Además, hay que vacunarse, aferrarse a las dosis “como un clavo ardiendo”.

Teleconsul­ta Aunque es una buena herramient­a, a los enfermos hay que verlos, sentirlos y explorarlo­s

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