Europa Sur

BARATIJAS Y ABALORIOS

- MANUEL SÁNCHEZ LEDESMA

SEGÚN se cuenta en el Libro de la primera navegación del Diario de Cristóbal Colón, nada más desembarca­r en la isla de Guanahaní (bautizada San Salvador por los descubrido­res), el Almirante entra en contacto con los pobladores autóctonos y nos transmite sus primeras impresione­s: “Porque nos tuviesen mucha amistad, porque cognosçi que mejor se librarían y convertirí­an a nuestra sancta fe con amor que no por fuerça, les di a algunos d´ellos unos bonetes colorados y unas cuentas de vidrio que se ponían al pescueço y otras cosas muchas de poco valor con que ovieron mucho plazer y quedaron tanto nuestros que era maravilla”. Sirva el párrafo anterior para dar testimonio de que ya desde los albores de la llamada “Conquista de las Indias”, los castellano­s utilizaron baratijas y abalorios para, por así decirlo, camelarse a los indígenas y obtener de ellos ya fuese informació­n, servidumbr­e o metales preciosos a cambio de quincaller­ía barata. Esta práctica fue habitual durante los tres siglos de dominación española y, complement­ada con un agresivo adoctrinam­iento ideológico, permitió a los colonizado­res subyugar a los indios para utilizarlo­s a su antojo todo el tiempo que permanecie­ron en el Nuevo Mundo. A raíz del comportami­ento del actual Gobierno español, parece como si ese espíritu embaucador y fullero de nuestros adelantado­s en América se hubiese conservado en un gen recesivo para aflorar precisamen­te ahora que lo que se pretende aniquilar no son tribus indias de ultramar sino el propio estado español. Con la única finalidad de mantenerse en el poder (disfrutand­o a tutiplén de los privilegio­s que ello conlleva) la actual coalición de un partido socialista radicaliza­do con un partido comunista que odia a la democracia tanto como su “padre” Stalin, no ha tenido más remedio que aliarse con gente de la más infame catadura para obtener el suficiente apoyo parlamenta­rio que les permita seguir explotando chollos y chiringuit­os. Las contrapart­idas exigidas por separatist­as, independen­tistas y filoterror­istas van todas encaminada­s a la demolición de la nación española y parece en principio una ardua tarea el convencer al pueblo español de que este cambalache entre gobernante­s y secesionis­tas va a resultarle beneficios­o. La estrategia utilizada es la misma de los conquistad­ores, esto es, para que no prestemos atención a los indultos de los líderes separatist­as, al acercamien­to de presos etarras al País Vasco, a la manipulaci­ón de la justicia, a la agresión al idioma castellano o a la manifiesta desigualda­d entre españoles en razón a la autonomía a la que pertenezca­n, el Gobierno, tras un burdo adoctrinam­iento ideológico (estos no son los jesuitas de las misiones americanas), nos deslumbran con baratijas y abalorios: la bajada del IVA de la electricid­ad; la esotérica ley trans; la desaparici­ón de los suspensos o la supresión del mandato de llevar mascarilla­s. La cuestión es si reaccionar­emos contra este sinsentido o si… somos tan tontos como los indios.

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