Raffaella Carrá, pionera también en su estilismo
Con su melena rubia platino, sus monos y sus lentejuelas, se convirtió en mito del pop e icono gay
Luchadora, feminista, inconformista, libre. Ser todo esto en los 60 y 70 no era nada fácil. Por eso Raffaella Carrá es un icono, una diva italiana que convirtió su forma de vestir en símbolo de todo en lo que ella creía. Impuso los pantalones de campana, los calentadores, los monos ajustados, las lentejuelas, el maximalismo, el
brilli-brilli tan de tendencia ahora, pero también su estética propia. Una forma de vestir, y de ser, que sirvió de inspiración a grandes estrellas que vinieron después de ella, como la mismísima Madonna, Lady Gaga o Christina Aguilera, entre otras.
Siguiendo la estela de paisanas como Gina Lollobrigida y Sofía Loren, se marchó a Hollywood e intervino, aún con su casta media melena morena y sin flequillo, en una película con Frank Sinatra. Menos mal que la italiana decidió abandonar la meca del cine para volver a Italia y dedicarse a la televisión ya convertida en rubia, con flequillo imperturbable, y rebautizada por el director Dante Guardamagna con el apellido de Carrá. Si no, no hubiéramos disfrutado de su emblemático golpe de melena. Las niñas –y no tan niñas– de los 70 pedían en las peluquerías el corte de pelo y el rubio platino que la acompañaron para siempre.
Su primera actuación en TVE fue en 1974, en el programa Señoras y señores. Actriz, bailarina, cantante y presentadora, nada se le resistió al ‘ciclón Carrá’. Sus estilismos de showgirl contribuyeron a alzarla como mito del pop e icono gay. En 1970 Raffaella actuó en el programa italiano Canzonissima. Para la ocasión eligió un conjunto diseñado por Enrico Rufini compuesto por top y pantalón. No tendría nada de particular si no fuera porque era el primer crop top de la historia de la televisión. De inspiración bandage, era tan corto que dejaba al descubierto su ombligo. El atrevimiento de
la Carrá la convirtió en la primera mujer que enseñaba tan noble parte de su anatomía en la tele. El baile sinuoso y la visión del ombligo creó tal revuelo en la conservadora Italia de los 70 que se ganó el apodo de ‘el ombligo de Italia’.
Al año siguiente volvió a generar rumore, rumore con otra de sus apariciones televisivas, en el mismo programa. Bailando sensualmente el Tuca Tuca, la artista le iba tocando rodillas, caderas, hombros y mejillas a un bailarín frente a ella. Ahora nos parecerá de lo más casto, pero la RAI estuvo a punto de censurarlo por soez. Ahí debió darse cuenta de que la polémica podía convertirse en un billete directo al éxito.
La mayor parte del vestuario que empleó para sus espectáculos se confeccionó a medida y siguiendo sus indicaciones, cargadas de purpurina y color. En el fondo de armario de la Carrá ‘más es más’. Si deja a un lado las lentejuelas y brillos, solamente hay espacio para
looks monocromáticos en rojo, morado o naranja confeccionados en lycra o satén. Pese a tanto colorido, su color fetiche fue el blanco. También usó el negro, eso sí, salpicado de mucho strass, con grandes hombreras y sugerentes transparencias.
Los pantalones de piel, el látex y los bodies que le permitieron lucir piernas infinitas fueron otros de sus grandes aliados. A su esbelto cuerpo le sentaban como un guante. Y las plataformas estilo drag queen. Volviendo a su corte tipo Cleopatra, su flequillo permaneció siempre inmutable y su pelo sin rastro de encrespamiento, pese a sus frenéticos bailes. Fue pionera y única en casi todo. Inimitable desde luego, si no queremos sufrir un latigazo cervical.