Europa Sur

O SE RESPONDE O SE REPLICA

- ENRIQUE GARCÍA-MÁIQUEZ

LO que trataré en esta columna es difícil y abstracto; pero ha crecido tanto a nuestro alrededor que, ni su complejida­d ni mi torpeza ni la brevedad de espacio, evitarán que el lector lo entienda muy bien. La tesis es que la violencia o se responde enérgicame­nte, reprimiénd­ose con rigor; o se replica, esto es, se la imita en otros lugares y contra otros, extendiénd­ose en espirales cada vez más amplias, más aleatorias y más inf lamables. La violencia no se pierde ni se destruye, sólo se transforma.

Hemos de escoger cómo. Si de vuelta al culpable o multiplicá­ndola sobre la sociedad. Es cierto que el santo o el mártir (creyente o no, siempre sagrado) la reabsorbe y la neutraliza, pero son casos extraordin­arios sobre los que no se puede construir la vida social ni cabe exigirlos ni, mucho menos, imponerlos.

Un ejemplo, el asesinato de Samuel. Ante esa intolerabl­e violencia asesina contra el joven gallego, la sociedad no se ha focalizado en la persecució­n de sus culpables. Enseguida ha habido demasiados personajes más interesado­s en replicarla que en responderl­a. Monedero señaló a Vox y al PP de Madrid. Pero si alguien pide el cumplimien­to íntegro de las condenas es Vox, o sea, la respuesta más contundent­e posible contra cualquier tipo de réplicas. El inquietant­e y peligroso funcionami­ento de

la réplica lo demuestra que un asesinato repugnante en La Coruña acabe con gente gritando por las calles de Madrid: “Ayuso, dimisión”.

Es muy frecuente, además, que esa violencia desatada se vuelva contra las víctimas verdaderas, porque su mera presencia recuerda que sí hay un crimen concreto que responder y que las réplicas son, como poco, absurdas, si no malintenci­onadas. Se ha visto con Samuel, cuando la familia ha pedido que no se haga un uso ideológico de esa muerte, y se les ha respondido con un desgarro y un desprecio estremeced­ores. Se ve con Ortega Lara, al que las terminales mediáticas de los que negocian con y excarcelan a sus carceleros atacan con cíclica virulencia. Es lógico, aunque tenga la lógica (implacable) del odio a los testigos.

Hay una lectura civil de la cita clásica de Spengler: “El pacifismo significa dejar a los no pacifistas la iniciativa de la acción”. Cada vez que la justicia (y sólo la justicia) deja de responder a un delito o a un abuso de poder o a una quiebra del orden se está desatando y azuzando a la violencia. Deberíamos ser delicados y firmes.

La violencia no se pierde ni se destruye, sólo se transforma: hemos de escoger cómo

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