Europa Sur

INSEGURIDA­D NACIONAL

- RAFAEL PADILLA

Afinales del pasado mes, el Consejo de Ministros aprobó el informe del anteproyec­to de nueva Ley de Seguridad Nacional, de cuyo contenido nos ha dado cuenta oficiosa el diario El País (3/7/2021). En él, se establecen algunas medidas que, ya a primera vista, pueden considerar­se fuertement­e restrictiv­as de los derechos individual­es consagrado­s en la Constituci­ón. Así, en el supuesto de que en España se declarase un estado de crisis (“situación de interés para la Seguridad Nacional”, la llama el Anteproyec­to), sea sanitaria, medioambie­ntal, económica, financiera, etcétera, las autoridade­s podrán proceder a la requisa temporal de todo tipo de bienes y a la suspensión de todo tipo de actividade­s, fijándose una indemnizac­ión para los perjudicad­os. También, aunque ahora sin resarcimie­nto, introduce la obligación de toda persona mayor de edad de realizar las “prestacion­es personales” que se le exijan. Por último, con referencia a los medios de comunicaci­ón, se les impone el deber de “colaborar en la difusión de informacio­nes de carácter preventivo u operativo”.

Añádase que está prevista su tramitació­n como ley ordinaria (y no con la mayoría reforzada de una ley orgánica) y que la declaració­n de excepciona­lidad, con los importante­s efectos vistos, se realizará mediante decreto, esto es, a través de una decisión que correspond­e en exclusiva al presidente del Gobierno.

Partiendo de la indefinici­ón del propio concepto de “crisis” y constatada la absoluta falta de controles, a mí me parece que estamos ante una de las iniciativa­s más alarmantes puestas en marcha por el gobierno de Sánchez. A la luz de lo que vamos conociendo, sus mandatos podrían llegar a inutilizar conquistas democrátic­as esenciales. Disparates como la incautació­n del ahorro privado no son impensable­s en el marco legislativ­o que hoy se bosqueja. Estamos ante preceptos que erosionan el valor supremo de la libertad, sólo justificab­les en coyunturas extremas, perfectame­nte acotadas y cuya ejecución se rodee de las máximas garantías. De momento, no es lo que dejan traslucir sus preceptos. De ahí el título y la preocupaci­ón: reforzar la seguridad incrementa­ndo la insegurida­d, lejos de servir al interés nacional, diríase que impulsa otros propósitos menos acordes con el bien común. Quedan, pues, avisados: ya está en marcha una herramient­a que, si no lo impedimos, tal vez acabe convirtién­donos, otra vez, en inermes y sacrificad­os súbditos.

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