La plaza de toros de La Isla cumple 150 años con los tendidos vacíos
● El coso está en obras en el lado de sombra y su ruedo y dependencias es hoy de uso hostelero
En julio de 1871 se estrenó la plaza de toros de La Isla, un acontecimiento que, 150 años después, pasa desapercibido en San Fernando al igual que en junio no hubo recuerdo trascedente del centenario del maestro Rafael Ortega.
Nada hay anunciado para celebrar la efemérides. Cierto es que la plaza es de propiedad particular, pero el toreo ha sido seña de identidad de la ciudad salinera desde los tiempos en que La Isla de León todavía no se denominaba San Fernando.
La historia local está cuajada de referencias taurinas, antes de 1871. Ya hubo toreros de La Isla en Montevideo toreando en 1837, donde por cierto y según Don Puyazo un torero de los Macías –apellido taurinísimo en la localidad– que se apodaba “Cherrime”, se pasmó de que en la capital de Uruguay, pese a la abundancia de cangrejos, no se consumieran las bocas, y las popularizó.
Anécdotas aparte cierto es que durante toda la primera mitad del XIX el toreo pasaba por San Fernando, desde Chiclana a Cádiz. Tanto por Jerónimo José Cándido como por toda la rica escuela de chiclaneros en el toreo, con las cimas de Paquiro y Redondo.
Y no solo relucía la calle Real cuando pasaban los toreros, también los toros, pues hasta cerca del Siglo XX el ganado a lidiar en Cádiz, San Fernando o Chiclana, llegaba a través de la Venta de Afuera, donde terminaban las cañadas. El ganado pasaba de noche por La Isla y se guardaba en los encerraderos de Camposoto o en los gaditanos de Santibañez.
En esos años el toril de la Armada estaba en lo que luego fue centro de Formación de Especialistas y Cuartel de Instrucción , donde se encerraban los bueyes de la tracción de carne tan necesaria en el arsenal de La Carraca. Manuel Parody Chorat nos ilustró de que en el siglo pasado la Armada construyó una placita de toros en esa dependencia que se llamó precisamente “Plaza del Toril”, donde torearon espadas como Paquirri o Jacinto Cano Leal, hoy ocioso presidente del festejo de este cumpleaños sin celebrar.
Y siempre toros por la festividad de la Virgen del Carmen, de toda la vida, por eso la plaza se estreno en julio y así ha sido con escasas interrupciones hasta hoy.
Hasta la fecha. El anterior aniversario, el 125º, se celebró por la empresa de Gustavo Postigo, que fue el comprador de la plaza, con un mano a mano emtre Jesulín de Ubrique y El Litri y toros de Garcigrande que sustituyeron a los anunciados de Osborne, en un festejo que fue retransmitido por Canal Sur para las televisiones autonómicas. Fue el 16 de julio de 1996. Hoy los clarines están mudos.
Aquel día de los 125 años el publico no enmudeció ya que hubo su guasa en el tendido con la nueva actividad como cantante de Jesulín. Una pancarta ribeteada de prendas íntimas decía: «Toa, toa, toa, te nejejito toa: Jesulín torero, pero como cantaor, al chiquero». Incluso colgaba de la tela un micrófono. El torero, con buen humor, hizo algún gesto zumbón hacia los guasones.
Esa de 1996 fue la segunda feria que organizó Postigo, quien recuperó una plaza cerrada desde 1992, el año del famoso festival en homenaje a Camarón de La Isla.
Tiene más historia aquel aniversario de 1996 que la que va a tener este de 2021, que al parecer se prorroga para las efemérides locales constitucionales del próxio mes de septiembre, esperando el sector taurino local que haya corrida de toros y novilladas para la escuela. Que así sea.
Y para terminar, volvemos a dedidicar en este 150 aniversario un recuerdo de los dos festejos de la inauguración oficial. El ganado fue de Miura y Saltillo y los matadores Antonio Carmona «El Gordito», José Giráldez «Jaqueta» y José Negrón. En la primera corrida Gordito brindó a la empresa que le regaló un terno celeste y oro que luciría en la segunda corrida. En la primera puso banderillas en silla y sentado le echó agua en los hocicos al toro . Fue un día de mucho viento en el que los saltillos mataron 19 caballos.
En este 150 aniversario no habrá crónicas taurinas, el ruedo isleño –de 30 mestros– es un estupendo recinto hostelero donde solo cabe la glotona crónica gastronómica del admirado Pepe Monforte. No hay toros, solo cosas de comer. Habrá que esperar hasta septiembre, si Dios reparte suerte.
La afición local confía en que en septiembre haya corrida de toros y una novillada