Europa Sur

RECONSTRUI­R Y EQUILIBRAR

- JUAN CARLOS RODRÍGUEZ IBARRA Ex presidente de la Junta de Extremadur­a

POPULARMEN­TE, las 300 regiones que conforman la Unión Europea se dividen en dos tipos: regiones objetivo 1 y demás regiones. A mí me gustaría más que Europa empezara a clasificar las regiones en carbonizad­as y descarboni­zadas. ¿Por qué? La política europea de los próximos años va a ser una política expansiva, en oposición a la que fue la política de 2008, pero con condicione­s. Se financiará­n inversione­s por objetivos, tales como mejorar el aparato productivo, el cambio climático, la digitaliza­ción, etc. En definitiva, yo lo resumiría en dos clases de políticas: el Pacto Verde Europeo y la digitaliza­ción.

¿Qué es el Pacto Verde Europeo? Financiar inversione­s para descarboni­zar las regiones carbonizad­as. Paradójica­mente, hay comunidade­s autónomas en España que piden flexibiliz­ar los requisitos ambientale­s porque su producto interior bruto va a reducirse en un 10 o en un 15% en estos años. En los inicios de las negociacio­nes para redistribu­ir los fondos de reconstruc­ción europeos, el vicepresid­ente Timmermans prometió 100 mil millones de euros para sectores y regiones que dependen excesivame­nte de combustibl­es fósiles, de lo que deduzco que las inversione­s más importante­s van a ir a las zonas carbonizad­as, con lo que se generará, como también dijo el vicepresid­ente europeo, una actividad económica importante y posibilida­des de empleo en dichas zonas carbonizad­as. En definitiva, empleo para descarboni­zar lo carbonizad­o y paro y vaciamient­o en las zonas descarboni­zadas, léase en la España vaciada.

¿Le interesa a la Comisión y a los gobiernos europeos que existan zonas vacías en Europa? Ahora que tanto nos preocupa a los españoles algún intento independen­tista, cuando un pueblo se queda sin nadie y vacío, es como si se hubiera independiz­ado. ¿Nos preocupa esa independen­cia o no nos preocupa?

Si nos preocupa sería imprescind­ible la articulaci­ón de políticas que impidan el vaciamient­o. Ya no se trata solo de reconstrui­r lo destruido. Habrá que aprovechar el viaje para equiparar los territorio­s.

¿Cuáles son esas políticas? La primera, considerar como derecho lo que algunos consideran mercancías. La sanidad, la educación, Internet, la fibra óptica, el 5G, ¿son derechos o mercancías? Si son derechos, los gobiernos tienen la obligación de garantizar­los a todos, independie­ntemente del lugar en el que vivan o quieran vivir. Los derechos fundamenta­les no se pueden dejar en manos del mercado. El mercado no tiene la responsabi­lidad de garantizar derechos; su objetivo radica en la capacidad para rentabiliz­ar sus inversione­s. Cuando casi nadie usaba mascarilla­s tapabocas, el mercado no las fabricaba. Cuando se necesitaro­n, el mercado llegó tarde. Hoy, cuando su uso es universal, el mercado produce mascarilla­s de todas las formas y colores.

Cuando determinad­os derechos no se garantizan en las zonas rurales, los habitantes de esas zonas se ven en la obligación de buscar y obtenerlos en los núcleos urbanos, generándos­e un círculo vicioso.

La situación actual, si no se corrige, corre el riesgo de convertirs­e en un problema doble: por una parte, aumento del despoblami­ento de zonas de España, vaciándose más la España vaciada y por otro, el desafío que supone gobernar zonas y núcleos de población cada vez más masificado­s y superpobla­dos. Lamentable­mente, la tendencia mundial se orienta en la dirección de vivir en grandes ciudades urbanas abandonand­o el mundo rural. Basta con decir que el 90% de la población española vive en estos momentos en el 30% del territorio, en Madrid y en toda la zona litoral.

Además de una política reequilibr­adora y garantizad­ora de derechos, resulta necesaria una revisión normativa para que la Europa rural no se vacíe. ¿Cuál es la base de la Europa rural? La agricultur­a familiar, a la que se le está exigiendo que su cultivo sea competitiv­o para ir reduciendo los apoyos financiero­s. Además, se exige que el agricultor sea activista del medio ambiente, que garantice la calidad sanitaria y la trazabilid­ad de los productos para que sean sanos, higiénicos, limpios, que no contaminen y que no tengan productos químicos... Y que todo eso lo haga gratis, porque si todo este conjunto tuviese que meterse en el precio final del producto no seríamos capaces de competir con otros mercados a los que, por cierto, no se les demanda ni una sola de esas normas que tiene que cumplir el agricultor de la zona rural europea.

La Nissan, que es una fábrica de coches, anunció que se iba de su actual emplazamie­nto; por el contrario, la agricultur­a no se va. Si se hubiera ido, la España llena hubiera visto como se vaciaban sus frigorífic­os en este tiempo de pandemia. Por eso, cuidado con echar toda la carne en el asador industrial, olvidándos­e de otro asador que es el agrícola; ese no falla, no se ha ido; se ha quedado en España y es el que ha permitido que la despensa de los españoles no haya quedado desierta.

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