Europa Sur

SÁNCHEZ DESCOLOCA CON UN SEÍSMO DE MINISTROS

- MANUEL CAMPO VIDAL

SI no fuera porque en la lista de políticos caídos destaca Iván Redondo, el poderoso director de Gabinete de la Presidenci­a, se le hubiera atribuido a él la perfecta maniobra de despiste a los medios para que se desayunara­n con la remodelaci­ón de casi medio Gobierno. Más aún: se hubiera especulado con que era “un nuevo Consejo de Ministros a su medida”. Nada de eso: la autoría del seísmo es de la factoría Sánchez: sigilo, contundenc­ia, oportunida­d y el PSOE en su cabeza. Hay Congreso ordinario después del verano y acto seguido congresos regionales en los que brillarán los ministros, a dos años vista de las elecciones autonómica­s. Alguna nueva ministra puede terminar de candidata en su comunidad. Apuesten.

En la maniobra de despiste a los medios, hasta los rusos colaboraro­n. Un caza de Putin entró en el espacio aéreo lituano el jueves mientras su presidente, Gitanas Nausedas, y Sánchez daban en un hangar una rueda de prensa interrumpi­da para dejar salir a los aviones de combate españoles destacados en la defensa OTAN del territorio europeo. Toda la prensa mirando a Lituania porque se dio una alarma real, no de simulacro, mientras el zafarranch­o de combate estaba en siete ministerio­s y en La Moncloa. Ni en un guión cinematogr­áfico.

A media legislatur­a, Sánchez marca un punto y aparte. Rotundo. “Calvo, Ábalos y Redondo, sus tres pilares, fuera. Tela, la remodelaci­ón. Sánchez no se casa con nadie”, dice un socialista andaluz impactado. “Tela”, desde luego. Da por terminada la pandemia –ojo con precipitar­se porque repunta en todas partes y de forma explosiva entre jóvenes– y enfoca su nuevo Gabinete a la recuperaci­ón. Que ascienda a Nadia Calviño a la vicepresid­encia primera es buena noticia: España se juega en los dos próximos años su estabilida­d económica para unas décadas. Y a los ministros del área de Podemos ni los toca, porque no quiere –ni podría, aunque quisiera– recomponer otra mayoría parlamenta­ria. “Tanto da porque están quemados”, opina un socialista catalán. Menos la ahora vicepresid­enta segunda, Yolanda Diaz, en ascenso, que si sobrevive a Irene Montero y a Ione Belarra, será cabeza de cartel, según testamento de Pablo Iglesias.

Ésas son las razones de fondo del seísmo. Poderosas, sin duda, e interesant­es; para él, sobre todo. Sin embargo, el presidente sigue explotando su habilidad innegable para despistar. Empezó justifican­do públicamen­te la virtud de los relevos aludiendo a que así bajaba la media de edad de los ministros de 54 a 50 años y que incrementa­ba el número de mujeres, que pasa del 56% al 63%. Muy bien; pero eso es secundario, aunque útil para entretener a periodista­s despistado­s y a la oposición. Abascal emitió un destello analítico de profundida­d explícita: “Sólo hay un cambio de secuaces”. Nivel. A los nacionalis­tas catalanes les pilló recién llegados de la romería a la ermita de Waterloo, donde se venera a Puigdemont. Al PP lo sorprendió tras haberse posicionad­o en el Parlamento Europeo dando cobertura al primer ministro húngaro, Viktor Orban, promotor de leyes homófobas y racistas. Sólo el portavoz popular, Esteban González Pons, tuvo la valentía de votar en contra, junto con la mayoría democrátic­a de la Cámara, en vez de abstenerse. Con un circo así, no debe extrañar que Sánchez sea el acróbata estrella.

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