Unos juegos olímpicos sin público y sin récords
El café sin cafeína, la cola con cero azúcares, o la leche sin lactosa, son solo algunos de los muchos alimentos a los que se les priva de su esencia por aquello de la salud y de las dietas.
Ya forman parte de nuestro universo alimenticio, pero el deporte sin público en las gradas no es solo descafeinado sino que también es menos espectáculo. Los aficionados que seguimos habitualmente por televisión las retransmisiones deportivas durante la pandemia hemos notado una sensación de vacío y de frialdad por la falta de público en los estadios, y, en consecuencia, una falta de interés, que, en el caso de los deportistas, ha tenido que resultar frustrante, porque competir sin el aliento de los espectadores tiene que resultar muy desmotivador.
La vuelta del público al fútbol, en la Eurocopa, o al tenis, en Wimbledon, nos había hecho concebir la esperanza de que estábamos recuperando la normalidad, pero la noticia de que los Juegos Olímpicos de Tokio se van a celebrar sin público es un nuevo jarro de agua fría para todos los amantes del deporte y muy especialmente para los deportistas de las diferentes modalidades, que entrenan a conciencia durante cuatro años para llegar a la cita olímpica, con todo lo que ello supone, y se van a encontrar con las gradas vacías. Supongo que las autoridades deportivas tendrán serias razones para haber tomado esta decisión, pero me pregunto si no hubiera sido más apropiado retrasar unos meses su celebración para poder hacerlo con la asistencia de espectadores.
Si a los deportistas participantes en la misma, que son, en definitiva, los verdaderos protagonistas, se les hubiera preguntado, muy probablemente se habrían decantado de forma masiva por el cambio de fechas, aunque muy probablemente habrán primado los intereses económicos, como suele ocurrir, por encima de los deportivos.
Seguramente esta circunstancia incidirá en las marcas, porque sin el estímulo del público se van a dejar de batir muchos de los récords que suelen caer en todas la olimpiadas, lo que es, sin duda, muy decepcionante.
Enrique Stuyck Romá
(Correo)