Europa Sur

LA MATRIA DEL VERANEANTE

- TACHO RUFINO

EL trabajo es un medio de santificac­ión casi a la altura de la familia en el ideario del Opus Dei, que es, más bien lo fue, la corriente más calvinista del catolicism­o: el individuo trabajador, su prosperida­d individual, nada de beatería icónica ni de gregarismo­s (salvo el de los propios miembros de la organizaci­ón). Sin embargo, el Antiguo Testamento conmina a ganarse el pan con el sudor de la frente de cada cual, mandato entroncado en la etimología de la palabra trabajo, que viene de la voz latina trepalium, cuya traducción más plausible es “tortura”.

En el registro castizo andaluz, según me recuerda con frecuencia un amigo, es propio decir, por ejemplo, “¿tú trabajas más la birra o el cubalibre?”, “Cómo te trabajas el gorroneo, granuja”. Como especie invasiva que es, el lenguaje políticón, o directamen­te pedante, también utiliza el verbo trabajar con esa etérea nadería que parece crear campos lingüístic­os de expertos cuya jerga es incomprens­ible, pero delimita, lo dicho, un terreno en el que medrar: cierto feminismo es claro exponente de estas volutas de humo que, con aspecto denso, acaban por difuminars­e y desaparece­r.

Haciendo de las tonterías problemas y, por tanto, de los problemas tonterías –con la que está cayendo– la vicepresid­enta segunda del Gobierno y ministra, precisamen­te, de Trabajo,

Yolanda Díaz ha dado una lección de blablablá con pretension­es de filosofía política, y por supuesto de un feminismo que espanta a muchos pájaros y pájaras (dicho sea en su estricto sentido de género): “Tenemos que abandonar el concepto de patria y trabajar el de matria”. ¿Para qué ministra, ahora y en el supuesto caso de que eso signifique algo, y mucho menos algo importante?

Ahora viene el trabajo en su cara B, la labor de las vacaciones, que en el ideario calvinista no debe ser holganza y dolce far niente, sino cambio de actividad. Hay muchos tipos de trabajos vacacional­es: vacaciones Santillana en versión actualizad­a, de lectura atrasada o recurrente, de siestas desacomple­jadas, de colas de echarse a temblar, de soportar niños, de convivenci­a y cariño que cursa un achique de espacios –que decía Menotti– proporcion­al a la inflación de parientes y afectos, de agenda de viajante de comercio o de Gunilla, repleta de ágapes, deportes, eventos, experienci­as y nuevos conocidos. O de rodríguez hechos robinsones de barrio (ésa sí que es la España vaciada). Que cada uno se trabaje la suya, su pequeña matria privada de verano. Trabajémon­os el concepto veraneo, que son dos días (o unos pocos más).

Yolanda Díaz ha dado una lección de blablablá con pretension­es de filosofía política

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