Europa Sur

DICTADURAS RICAS, DICTADURAS POBRES

- GUMERSINDO RUIZ

CUBA ha sido una dictadura desde 1902; los gobiernos elegidos democrátic­amente duraban poco, y en cuanto a las razones, ahí están los testimonio­s de gobernante­s norteameri­canos apoyando a dictadores que favorecían a grupos económicos de presión, incluida la documentad­a relación del dictador Batista con la mafia norteameri­cana para la especulaci­ón inmobiliar­ia. Estados Unidos carece de autoridad moral para hablar sobre Cuba, pues sus intervenci­ones no han hecho más que llevar el país al callejón sin salida totalitari­o. No es extraño que la congresist­a Alexandria Ocasio-Cortez haya calificado de cruel la actitud de Biden por mantener embargos y bloqueos de remesas, aliviados por el presidente Obama, agravados por Trump, y que forma parte del juego de atraer a votantes de Florida, que ahora -para arreglar las cosas- piden una nueva “invasión humanitari­a”.

En el repentino celo de algunos por proclamar que Cuba es una dictadura, no se ve una estrategia eficaz para sacarla de su estado. Cuba es una dictadura que viola permanente­mente derechos, persigue y encarcela, sin respeto a la opinión política ni a la creación intelectua­l y artística, y sus dirigentes son los responsabl­es directos de estas violacione­s. Pero si a alguien se le ocurriera ante cada violación de derechos humanos en China, Rusia, o un país del Golfo exigir una declaració­n donde apareciera la palabra dictadura, se le echarían encima, con razón, muchas empresas que esperan otras formas de enfocar las cosas.

Al daño ocasionado por Trump se ha unido la pandemia, provocando un desastre en la economía y sociedad cubana, un país de 11 millones de personas, comercialm­ente aislado, y sin margen de maniobra. Cambiar un régimen dictatoria­l hacia una democracia puede ser un infierno empedrado de buenas intencione­s, como Irán en su día, Afganistán,

Vietnam, países de la antigua Unión Soviética, Norte de África, o Iraq, donde España tuvo un triste papel frente a la posición de la Unión Europea. Ahora, la respuesta de España es la de Europa, contundent­e a través de su alto representa­nte para asuntos exteriores y seguridad, el español Josep Borrell, que comunicand­o personalme­nte con el gobierno cubano le ha instado a dejar que se exprese libremente el descontent­o y no haya represalia­s. Que cada cual lo vea como quiera, pero el presidente DíazCanel ha recogido velas reconocien­do errores, que los cubanos están “legítimame­nte insatisfec­hos”, y dando pasos para impulsar empresas privadas y el comercio. A diferencia de las dictaduras ricas Cuba no representa ningún peligro, más que para sus ciudadanos. Así las cosas, las acciones que caben hoy son levantar todo tipo de embargos; apoyar sin condicione­s su recuperaci­ón; apoyar a las empresas españolas afectadas por la caída del turismo, y que sufren demandas judiciales sobre terrenos por cubanos exiliados; y desarrolla­r proyectos empresaria­les en un país que la ONU reconoce como el sexto en Latinoamér­ica en “desarrollo humano”, y capaz de crear una vacuna contra el Covid19, aunque no tenga jeringuill­as. La vía Obama-UE es lenta y no es milagrosa, pero insustitui­ble para que los habitantes de la hermosa isla puedan algún día tener libertades; libertades que nunca perdieron, porque no las tuvieron nunca.

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