Europa Sur

EL FUTURO DE LA NOSTALGIA

- MIKEL LEJARZA

LOS maduros humoristas acababan de finalizar su enésimo bolo veraniego, en uno de esos pueblos costeros en los que nunca ocurre nada ante un público entusiasma­do por poder ver de cerca a famosos que salen por la tele. El espectácul­o era una sucesión de chistes escatológi­cos, antiguos, repetición de clichés, vídeos añejos y trucos mil veces vistos revestidos de absurdos números musicales. Lo único que se salvaba del desastre era la sensación de que ni ellos mismos se creían lo que ocurría sobre el escenario. Pero lo peor era la sensación que dejaban de decadencia. Parecían una banda tributo de lo que fueron. Era algo innecesari­o e inexplicab­le a no ser que sus egos necesitase­n el contacto con el público como si de una adicción se tratase.

Salvo excepcione­s puntuales, el genio creativo de los seres humanos brilla durante espacios de tiempo limitados. Repasen la trayectori­a de sus músicos, cineastas o escritores preferidos y verán que lo mejor de su obra transcurre en un máximo de dos décadas. Luego repiten sus hallazgos y dan paso a nuevas ideas de la

Debe de ser angustioso tener que ejercer de jóvenes perpetuos para mantenerse siempre encima de la ola

mano de otros talentos. Los más grandes entre los grandes sobreviven, o al menos lo hace su obra, pero los éxitos conllevan una parte de novedad y descubrimi­ento por parte del público y éste sólo se produce durante un tiempo breve, por lo que una vez conocido pierde uno de sus ingredient­es principale­s. El paso del tiempo se traduce en mejorar el desempeño del oficio, pero disminuye la sorpresa y acrecienta lo repetitivo. Además, al público nos gusta cambiar., aborrecemo­s lo rutinario. En conclusión, todos los artistas tienen su gran momento, su explosión, que es finita, como la belleza del gusano que se transforma brevemente en mariposa. Luego, encontrada la voz propia, todo es un ejercicio de nostalgia.

Debe de ser angustioso tener que ejercer de jóvenes perpetuos para mantenerse siempre encima de la ola y que ésta no nos sobrepase. Porque si hay algo seguro en cuanto a nuestros gustos, es que, si este año se lleva el azul, seguro que el próximo no lo hará. La vida es demasiado corta para aprender todo lo que nos enseña y además a los mejores profesores, los que tienen algo que darnos, en cuanto sospechamo­s que dan clase con los apuntes del curso pasado, dejan de interesarn­os. La vida corre más de prisa que nosotros y se nos escapa. Pero la nostalgia no nos cura; es un buen lugar donde vivir para quienes no creen en el futuro. Momentánea­mente nos alivia, sí, pero al minuto siguiente hay que continuar estudiando.

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