Europa Sur

CONTRA LOS JUECES

- EDUARDO JORDÁ

DESDE hace semanas, a raíz de la sentencia del Tribunal Constituci­onal que ha señalado la inconstitu­cionalidad del decreto del Estado de Alarma de febrero de 2020, se ha iniciado una campaña –tan bien orquestada como las grabacione­s de Phil Spector con The Ronettes– que pretende desacredit­ar a los jueces por ser “ricos, conservado­res y franquista­s”. Y peor aún, se les acusa de dictar sentencias que pueden ser “una amenaza para la democracia”. El objetivo de esta campaña es desacredit­ar uno de los pilares fundamenta­les de la división de poderes (la independen­cia del poder judicial), sin la cual no puede existir una democracia plena. Todo esto debería saberlo hasta un párvulo, pero la campaña va en aumento con el propósito de doblegar a los jueces y someterlos al poder ejecutivo. Por lo visto, todos los jueces son de clase alta y todos tienen una ideología conservado­ra. Y todos son hijos y nietos de jueces franquista­s y todos han entrado por enchufe. La realidad no tiene nada que ver con esta caricatura idiota, pero todo eso da igual. En la Sexta hay varios jueces de guardia televisiva que pontifican siempre a favor de la izquierda –o mejor aún, de la extrema izquierda–, pero será que esos jueces son unos figurantes contratado­s entre los actores en paro. Losverdade­ros jueces son todos conservado­res, calvos y del Opus Dei.

Es fabuloso. Según he podido saber, un magistrado con una plaza en un juzgado importante gana 3.000 euros netos al mes por hacer un trabajo ingrato y difícil. Si una sentencia no gusta, su nombre se pasea por las redes sociales y recibe toda clase de insultos. A veces hasta se publica una foto de su domicilio, por si a alguien le apetece hacerle una visita. Y a veces ese juez tiene que enfrentars­e con delincuent­es peligrosos que pueden darle un susto gordo. Pero según el aparato de propaganda del gobierno de Sánchez, los jueces son ricos y privilegia­dos y dictan sentencias de espaldas al pueblo.

Esta es la peligrosa deriva autoritari­a en la que andamos metidos. Se busca una judicatura dócil, una prensa domesticad­a y una oposición totalmente inoperante (a la que encima se amenaza de forma velada con ponerla fuera de la ley). Y todo eso se hace en nombre de la libertad, de la transparen­cia y del antifascis­mo. Es el nuevo fascismo disfrazado de antifascis­mo que se nos viene encima.

El objetivo de la campaña contra los jueces es desacredit­ar por completo la independen­cia del poder judicial

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