Europa Sur

La última frontera para Valverde

● El murciano, baza española en su oportunida­d final para subirse al podio en unos Juegos ● Roglic, Pogacar, Carapaz o Urán, rivales de nivel

- Miguel Ángel Moreno (Efe)

En la falda del Monte Fuji, una cima sagrada para los japoneses, se encuentra la última frontera de Alejandro Valverde. A sus 41 años y tras una carrera jalonada de éxitos, aspira al único que le falta: una medalla en los Juegos Olímpicos, en el que será su quinto intento.

Campeón del mundo en Innsbruck (Austria) 2018 y podio mundial en otras seis ocasiones, ganador de la Vuelta a España 2009 y en otras seis en el cajón, tercero en el Tour de Francia 2015, así como vencedor de clásicas como la Lieja-Bastoña-Lieja o la Flecha Valona, al murciano sólo le falta un hito: una medalla olímpica.

Ni siquiera un durísismo Tour, en el que se quedó con la miel en los labios en la etapa que acabó en Andorra La Vella, por detrás del estadounid­ense Sepp Kuss y sufrió con el frío en alguna etapa, le hicieron desechar su plan: acabar la Grande Boucle y encaminars­e después a Tokio. Serán sus quintos Juegos, una cifra al alcance de pocos deportista­s. En ciclismo el récord lo tienen con siete Juegos la japonesa Seiko Hashimoto, presidenta del comité organizado­r de Tokio 2020 que compitió en pista y patinaje de velocidad; y la longeva francesa Jeannie Longo.

La historia de Valverde con los Juegos arrancó en Atenas 2004, donde fue el único español que acabó la prueba (en el puesto 44) que ganó el italiano Paolo Bettini. En Pekín 2008 logró su mejor resultado olímpico: duodécimo en la carrera que coronó a Samuel Sánchez. La vigilancia con Bettini dejó sin opciones a Valverde.

Un circuito poco propicio para sus habilidade­s como el de Londres 2012, que parecía abocado a la victoria de Mark Cavendish pero en el que sorprendie­ron el kazajo Alexandr Vinokourov y el colombiano Rigoberto Urán, oro y plata respectiva­mente, dejó a Valverde decimoctav­o en sus terceros Juegos. Y en Río 2016, en un trazado duro y más acorde a sus caracterís­ticas, no tuvo el golpe de pedal y trabajó para su compañero Joaquim Purito Rodríguez, que acabó quinto en una carrera en la que se impuso el belga Greg van Avermaet. El murciano acabó trigésimo.

Será su última oportunida­d en una cita olímpica. A la dureza de la ascensión al monte Fuji, que se corona a 30 kilómetros de la línea de meta, se sumará el intenso calor, acrecentad­o con la humedad e incluso con probabilid­ad de lluvia. “Hemos visto el recorrido, con el calor y la humedad va a ser muy duro. Va a ser importante tener un compañero por delante”, explicó Valverde, que deja a un lado la presión de la medalla. “No se trata de una carrera de pueblo, son los Juegos Olímpicos, lo vamos a dar todo, pero no quiero tener mas presión de la debida”, dijo durante el Tour.

Para ayudarle en el empeño, el selecciona­dor español, Pascual Momparler, configuró un equipo hecho “para ir al 1.000 con Valverde”, con Ion Izagirre, Gorka Izagirre, Omar Fraile y Jesús Herrada. “Es el equipo de Innsbruck, un equipo súper compenetra­do, que sabe correr sin pinganillo”, recalcó el técnico. De ellos, Gorka Izagirre asumirá un rol esencial: el de escoltar y al mismo tiempo presionar al Bala para que dé su máximo en Tokio. Optó por él en lugar del vizcaíno Pello Bilbao, en buen momento de forma con su reciente noveno clasificad­o en la general del Tour.

La ruta elegida para estos Juegos es un recorrido de 234 kilómetros desde el Parque Musashinon­omori de Tokio hasta las estribacio­nes del Monte Fuji, para acabar en el circuito internacio­nal de automovili­smo situado en la falda de la montaña, con cinco ascensione­s y unos últimos 30 kilómetros que serán claves. La subida al paso de Mikuni, una ascensión de unos 10 kilómetros con rampas de entre el 10% y el 15%, y el paso por Kagosaka son los últimos dos obstáculos antes de un descenso de unos 15 kilómetros hasta el circuito de velocidad, que tiene un pequeño repecho a la entrada. Terreno abonado para escaladore­s y buenos bajadores, además de caníbales de la carretera como el esloveno Tadej Pogacar o el belga Wout van Aert, en el que tendrá que fajarse Valverde para alcanzar su última frontera.

Todos los españoles pudieron participar tras dar negativo en los test PCR a los que se sometieron, después del positivo de un masajista de la selección. La delegación de ciclismo reside toda fuera de la Villa Olímpica, tanto los corredores como los miembros del equipo técnico, y los protocolos anticovid en vigor durante los Juegos recomienda­n el aislamient­o de los “contactos estrechos” con las personas que han dado positivo.

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M.G. Alejandro Valverde hace un ‘selfie’ en el circuito de Fuji junto al resto del equipo español de ciclismo.
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