‘SLIPPERY SLOPE’
SE trata de una expresión que usan los llanitos con frecuencia, sobre todo al referirse a los acuerdos con su vecino español. Podría traducirse como “cuesta abajo y sin frenos”.
Se han conocido esta semana los detalles del mandato de negociación sobre el posible tratado sobre Gibraltar, reflejo del acuerdo de Nochevieja. Hubo nerviosismo y muchas prisas, sobre todo por parte británica por cerrar ese pacto, porque las consecuencias de no haberlo hecho hubieran sido los de la frontera dura, con los ineludibles controles de identidad y aduaneros, como los que existen cuando se viaja desde Tánger, por poner un ejemplo cercano. Fue pan para hoy.
A la mayoría nos alegró el acuerdo no escrito y quedamos a la espera del mandato negociador. No olvidemos que las partes son la UE – no Españay el Reino Unido, no Gibraltar, porque la inclusión en el espacio Shenghen afecta a toda la Unión. Una persona o una mercancía que entre en el futuro próximo por el puerto o aeropuerto de Gibraltar, bajo control de España, queda amparada por las libertades fundamentales del Tratado de Roma, y podrá llegar sin obstáculo alguno a Helsinki.
En el Peñón se sintieron aliviados. La consecuencia es que han venido disfrutando estos meses de un régimen transitorio excepcional. Nada ha cambiado, como si no hubiera habido Brexit. Querrían prolongarlo sine die. Sin embargo llega el momento de la verdad, y ya empiezan a oírse las voces discrepantes, cuando no de pánico, desde el otro lado de la verja. Pérdida de soberanía, slipper y slope en las concesiones.
Pero el mandato es claro, y es lo que se acordó en Nochevieja, como resumió ayer este diario; control total de las fronteras, aduaneros, de las aguas (incluso del puerto), visados, residencia, control frente a ilícitos, y todo bajo la normativa UE y la jurisdicción española. Los burócratas de Bruselas han hecho lo que nadie pudo en 300 años. Que el sello lo ponga un policía Frontex no inf luye en que todo, ha de estar bajo control español. El gobierno de Gibraltar, extracomunitario, no va a decidir quién y qué entra en la UE. Esto es control y soberania, como sabe un jugador novato del Risk. Y si Gibraltar quiere la prosperidad compartida (¿era así, no?), es el momento de empezar a demostrarlo. No puede pretender seguir con el Pelayo
bread buttered on both sides, estando en misa y repicando, con ovación de sus embajadores en el Campo. La nivelación de impuestos y el control fronterizo y aduanero son innegociables para la UE. Entrar y salir de Gibraltar como el que va a Los Barrios tiene su precio económico en la reducción de recaudación; y moral, en la cesión de soberanía, sin banderas, pero soberanía en definitiva. Un nuevo Gibraltar europeo (y español), nos espera. O, no. Que Gibraltar decida si cede, o si se enroca.
El Gobierno de Gibraltar, extracomunitario, no va a decidir quién y qué entra en la Unión Europa