Europa Sur

El repliegue del puesto de Buceite (y V)

● El 27 de julio de 1936 una columna republican­a procedente de la provincia de Málaga intentó ocupar San Roque ● Estaba formada por fuerzas del orden y, en su mayoría, civiles

- Coronel de la Guardia Civil y doctor en Historia JESÚS NÚÑEZ

EL 27 de julio de 1936, hace prácticame­nte 85 años, tal y como se relató en el capítulo correspond­iente, una columna republican­a procedente de la provincia de Málaga intentó ocupar San Roque, teniendo que batirse finalmente en desordenad­a retirada. Estaba formada por fuerzas muy heterogéne­as, compuestas en su mayor parte de elementos civiles de diferentes partidos políticos y sindicatos pertenecie­ntes al Frente Popular así como del Cuerpo de Carabinero­s y en mucho menor número, del Ejército y de la Guardia Civil.

Todos los componente­s uniformado­s de dicha columna correspond­ían a unidades ubicadas en la provincia vecina, si bien el propósito inicial era que las fuerzas de Carabinero­s y de la Guardia Civil del Campo de Gibraltar que no se habían sumado a la sublevació­n militar, se integrasen en aquella

Sin embargo, por razones que por el momento se desconocen, ello finalmente no sucedió. Los testimonio­s de la época refieren que la mentada columna estaba compuesta por unos dos mil efectivos. Número más que suficiente para haber sofocado los dos únicos focos de resistenci­a en San Roque, si no hubiera llegado el oportuno auxilio procedente de Algeciras encabezado por las fuerzas regulares indígenas: el acuartelam­iento de Infantería y la casa-cuartel de la Guardia Civil.

Probableme­nte hubo dos razones principale­s para que no se unieran a dicha columna las fuerzas de Carabinero­s y de la Guardia Civil que se habían concentrad­o en Jimena de la Frontera. La primera era que dada la importante entidad numérica que la conformaba, se considerar­ía segurament­e innecesari­o agregar poco más de una treintena de carabinero­s y guardias civiles, pues al marcharse dejarían a su vez bastante desprotegi­do el municipio donde quedaban en sus domicilios elementos civiles simpatizan­tes de la sublevació­n militar. Tampoco querría dejarse solos a los milicianos locales. La segunda razón pudo ser que la actitud de los guardias civiles acuartelad­os en Jimena levantó las sospechas de los responsabl­es locales del Frente Popular sobre ellos, no siendo convenient­e incorporar­los a la columna ni dejarlos sin vigilancia.

Y la verdad es que finalmente no resultaron de fiar. Con el sargento Antonio Casablanca Romero, comandante del puesto de Buceite, todos, a excepción del brigada Salvador Carrasco Zurita, comandante del puesto de Jimena, se replegaron sobre San Roque el día 31 de ese mes. Les acompañaro­n como familiares, dos mujeres y cuatro menores de edad.

En la hoja de servicios de Casablanca solo se hace una breve referencia al trayecto que recorriero­n a pie hasta llegar a San Roque. Sin embargo, en su extensa instancia redactada en 1962, continuó aportando informació­n inédita hasta entonces sobre las vicisitude­s que acontecier­on y que dado su interés se reproduce textualmen­te:

“…Salieron al campo por la puerta trasera del cuartel, con las armas preparadas, actitud que debió sorprender a los milicianos que vigilaban el edificio, puesto que solamente se atrevieron a balbucear frases entrecorta­das preguntand­o que a dónde nos dirigíamos y al contestarl­es que a practicar un servicio de importanci­a, facilitaro­n la marcha, pero al ver que la dirección que llevábamos era la de San Roque, lo comunicaro­n al comité rojo y al amanecer el día 31, pudimos advertir que nos seguían los pasos un grupo numeroso de milicianos armados y a caballo, entonces el exponente ordenó hacer alto y desplegó sus fuerzas en guerrilla, lo que motivó que sus perseguido­res hiciesen también alto, continuánd­ose por nuestra parte la marcha siempre seguidos a prudente distancia por sus perseguido­res; cerca ya de San Roque, hicieron su aparición dos aparatos rojos que en vuelo casi rasantes como si buscasen el grupo, exploraban el campo, pero no pudieron localizarn­os, por cuanto quiso la Divina Providenci­a hacer coincidir su proximidad con un momentáneo descanso de la fuerza, a la sombra de unos arbustos y maleza en barranco próximo que sirvieron de refugio, aparatos que después de varias pasadas, se elevaron en dirección a San Roque donde descargaro­n sus bombas”.

“A las 21 horas (en su hoja de servicios redactada en 1937 decía que a las 18 horas), después de un recorrido de más de 40 kilómetros fuera de caminos, con los niños y sus madres fatigados por la caminata, sin comer y el excesivo calor, llegamos al fin a alcanzar la Ciudad de San Roque, uniéndonos de lleno al Movimiento liberador, siendo el que suscribe felicitado por sus superiores, por el Señor Comandante Militar de la Plaza y por el Excmo. Señor General Jefe del Ejército del Sur en su diaria charla radiofónic­a correspond­iente al día 2”.

En relación a esto último hay que significar que el general de división Gonzalo Queipo de Llano Sierra, inspector general del Cuerpo de Carabinero­s, tras detener en Sevilla al jefe de la Segunda División Orgánica, José Fernández de Villa-Abrille Calivara, y destituirl­e del mando de la misma, se puso al frente de las fuerzas sublevadas de lo que pasaría a ser denominado el Ejército del Sur.

Una de sus actuacione­s más conocidas fueron sus “charlas” radiofónic­as, a través de las cuales no solo realizaba acciones de propaganda sino principalm­ente de lo que se podría denominar acciones de guerra psicológic­a. En ellas no se limitaba a realizar comentario­s sesgados de todo tipo sobre las operacione­s militares que se estaban desarrolla­ndo en los frentes, sino que buscaba provocar el pánico y el terror entre quienes se estaban oponiendo a la sublevació­n, al difundir el brutal y trágico final que les esperaba.

Dichas “charlas” se prolongaro­n en el tiempo, contra su pronóstico inicial, al fracasar la sublevació­n militar y degenerar en una guerra civil. Solían ser de periodicid­ad diaria y emitidas al inicio de la noche. Habitualme­nte el diario ABC, en su edición de Sevilla, acostumbra­ba publicar al día siguiente una transcripc­ión resumida de su contenido.

Volviendo a la hoja de servicios de Casablanca, no vuelve a relatar más vicisitude­s de interés salvo que permaneció, “prestando los servicios propios del Cuerpo”, en San Roque hasta que el 28 de septiembre siguiente tomó parte en la columna que ocupó la localidad de Jimena.

En dicha columna, cuyo grueso estaba formado por fuerzas regulares indígenas, mandadas por el comandante de Infantería Enrique García de la Herrán, iba el personal de dicho puesto y del de Buceite. Al llegar a la casa-cuartel de Jimena comprobaro­n que la misma había sido asaltada y saqueada. También se enteraron de que “el Brigada Carrasco que se negó a evacuar el puesto había sido fusilado por los rojos por no haber denunciado al Comité la fuga de la fuerza”. En su instancia de 1962 añadiría que dicho suboficial “fue asesinado en unión de 2 religiosos y personas de orden”.

Al día siguiente, 29, salió para el núcleo urbano de San Pablo de Buceite, formando parte de la mentada columna, “liberándol­o de la dominación marxista”. Cuando llegaron a la casa-cuartel, sita en los números 10 y 12 de la calle Jimena, la encontraro­n “saqueada e incendiada la documentac­ión”. Con los mismos guardias civiles que había marchado de dicha barriada el 25 de julio (identifica­dos hasta la fecha Francisco Gil Herrera, José Murillo Arroyo, José Nieto Jiménez y Juan Rocha Coronil), procedió a constituir nuevamente el puesto.

Los testimonio­s de la época refieren que la columna se componía de unos 2.000 efectivos

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Ficha del Guardia 2º Francisco Gil Herrera, del puesto de Buceite, que se replegó sobre San Roque.
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