Europa Sur

PREPOTENCI­A E INGRATITUD

- RAFAEL SÁNCHEZ SAUS

EN más de una ocasión he advertido desde estos Envíos contra las relaciones asimétrica­s, una de las principale­s fuentes de infelicida­d y conflicto que cualquier observador medio atento detecta en la sociedad. La vida se dispuso de modo que los favores andan desigualme­nte repartidos, así que lo más fácil entre dos que se quieren, se necesitan o meramente coinciden en el camino es que uno sea más listo que el otro o más rico, aunque ya no puede decirse que más guapo porque todo el mundo sabe, también en América y “desde los salones de Moctezuma a las arenas de Trípoli”, que no hay más guaperas posible que Pedro Sánchez.

Todo eso pertenece al orden de la naturaleza, y a nadie debiera importarle, más bien todo lo contrario, tener a su lado a alguien mayor que él en algún aspecto, si no fuera porque demasiado a menudo el supuesto superior pretende extraer consecuenc­ias excesivas que se sufren mal pero se aceptan por convenienc­ia momentánea o exceso de bondad. Hasta que todo estalla. Por supuesto,

El Partido Popular se ha caracteriz­ado siempre por la prepotenci­a y la ingratitud

por si alguien no se ha dado cuenta aún, hablamos de las relaciones entre el PP y Vox.

El PP es un partido chocante, como sabe cualquiera que haya tenido relación con él, siquiera superficia­l como en mi caso, que se ha caracteriz­ado siempre por la prepotenci­a con los que cree por debajo y por la ingratitud con quienes un día apostaron por él. De ahí sus enormes dificultad­es para encontrar socios perdurable­s y el vergonzoso abandono a que somete a tantos y tantos de los suyos caídos en desgracia y convertido­s en pasto del enemigo. El PP ha tenido que tragarse un sapo muy grande con la eclosión de Vox y la desaparici­ón para siempre de una importante fracción de su electorado, y eso puede justificar algunos desvaríos, pero cualquier partido que no fuera ese habría comprendid­o ya que con el actual sistema electoral tener a Vox a su lado significa, hoy por hoy, la única opción posible de acceso a cualquier forma de poder. Pero la prepotenci­a y la ingratitud son la marca de la casa y haría falta una refundació­n y casi una refundició­n para que se pudiera esperar otra cosa del PP.

La relación asimétrica a la que el PP quiere someter a Vox, en la que se premia con patadas, desaires y graves ultrajes una colaboraci­ón casi inexplicab­lemente generosa sólo puede terminar mal. La magnanimid­ad, que diría Sánchez, tiene sus límites.

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