Europa Sur

¡Viva Zapata!

● Hasta unas semanas antes del inicio de competició­n, nadie aseguró a Ray su participac­ión en los Juegos

- Natalia Arriaga (Efe)

La célebre frase pronunciad­a en la película ¡Viva Zapata! por el líder campesino mexicano, al que dio vida un Marlon Brando fascinante, pueden hacerla suya los gimnastas que ayer vieron a otro Zapata, Ray en esta ocasión, ganar la plata olímpica en el ejercicio de suelo.

Hace cinco años, en Río de Janeiro, el español era un claro candidato al podio. Había ganado la medalla de bronce en el Campeonato del Mundo y su rutina de suelo era admirada por compañeros y rivales.

Su paso por los Juegos duró tres minutos: salió en la ronda de clasificac­ión, no lo hizo como tenía dibujado en su cabeza y ni siquiera se clasificó para la final. Las maletas y a casa.

“Me acojoné bastante. Fue así”, admitió después el gimnasta nacido hace 28 años en Santo Domingo y que se trasladó a los 10 con su familia a Lanzarote.

Zapata tenía cuatro años más para regresar a los Juegos. Fueron cinco, con el de propina que regaló la pandemia del coronaviru­s. Sus enemigos dejaron de contar con él.

En ese largo periodo le pasó de todo. Desde romperse el tendón de Aquiles a ser padre. Hace dos meses y dos días nació su hija Olimpia.

También tuvo que asimilar el trago amargo de quedarse fuera de la selección española que acudió a los Mundiales de 2019 en busca de una plaza en Tokio para el equipo. La obtuvo, pero sin él, que hubo de que ganarse el cupo individual picando piedra torneo a torneo, en las Copas del Mundo de Doha, Bakú... Pero este Zapata, Ray, como advertía Emiliano, volvió.

Hora tras hora, día tras día durante meses en la sala del CAR de Madrid, Rayderley Miguel Zapata preparó un ejercicio de suelo perfecto. Se sacó de la cabeza nuevas dificultad­es que sólo hacía él y que ya llevan su nombre en el código de puntuación. Daba miedo verle ensayarlas, por el riesgo que asumía. Se hacía el silencio, todos los gimnastas abandonaba­n lo que estuvieran haciendo y se paraban a mirarle. Luego rompían a aplaudir. Sus primeros fans comparten su vestuario.

Tuvo que esperar hasta unas semanas antes de los Juegos para que su plaza olímpica estuviera oficialmen­te confirmada. Tras el año de parón por la pandemia, renunció a los Europeos para centrarse en su trabajo y reapareció a lo grande con una medalla en Doha y con la presentaci­ón de un nuevo Zapata que ayer, finalmente, no presentó.

Se encontró en Qatar con el israelí Artem Dolgopyat, que lo ganó allí y que sobre el terreno tokiota volvió a hacerlo sobre el podio, pero no sobre el tapiz: sacaron la misma nota. Sólo la mayor dificultad teórica de Dolgopyat marcó la diferencia a su favor.

El peligro que representa­ba para las aspiracion­es de Ray el ruso Nikita Nagornyy, el jefe, el campeón

La pandemia le regaló un año más para prepararse para la competició­n olímpica

El gimnasta no estuvo entre los elegidos para el equipo nacional en los Mundiales de 2019

del mundo, desapareci­ó en cuanto se salió del tapiz en su primera diagonal.

“Siempre habéis buscado jefes, hombres fuertes y sin tacha, pero no los hay. Sólo hay hombres como vosotros”, continuaba Emiliano Zapata por boca de Marlon Brando en la película dirigida en 1952 por Elia Kazan.

Nagornyy fue en la final un gimnasta lleno de errores, mientras que el Zapata que falló en Río, quizá menospreci­ado por sus enemigos en este ciclo olímpico, se saltó la fila de aspirantes para subirse al segundo cajón del podio.

Su plata es la primera medalla de la gimnasia artística española desde otra plata en suelo, la que ganó Gervasio Deferr, mentor de Ray, en Pekín 2008. Terminó la espera. ¡Viva Zapata!

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