El nuevo rey es un italiano
● Marcell Jacobs se erige en el heredero de Bolt al ganar una final de pronóstico incierto con una marca de 9.80 ● El qatarí Barshim y el italiano Tamberi compartieron el oro en salto de altura, llegando a 2,37
“De padre estadounidense, sí, pero él italiano, de madre italiana. Nacido en El Paso (Texas), pero residente en Italia desde los cinco años. Lamont Marcell Jacobs, de 26 años, es el insólito heredero del legendario Usain Bolt como campeón olímpico de 100 metros.
Si alguien hubiera apostado por él la semana pasada se habría hecho rico. Su nombre no figuraba en ningún pronóstico, pero es evidente que la retirada del astro jamaicano ha dejado un panorama revuelto, sin una jerarquía clara, en la velocidad masculina.
El estadounidense Justin Gatlin, que con 35 años sucedió a Bolt como campeón mundial en Londres 2017, ha desaparecido de la escena, y su compatriota Christian Coleman, que fue campeón dos años después en Doha, está suspendido por no estar localizable para controles de dopaje.
Para colmo de sorpresas, el más veloz del año, el norteamericano Trayvon Bromell, cayó aquí en semifinales por una milésima.
El cotarro estaba muy revuelto minutos antes de la final porque cualquiera de los ocho que se alineaban en la salida se consideraba, en su fuero interno, capacitado para ganar la medalla de oro en la prueba reina de los Juegos.
Jacobs venía avisando desde la primera ronda, rebajando su marca cada vez que intervenía: 9.94, récord de Italia, en su primera carrera; 9.84, récord de Europa, en semifinales.
Con tales credenciales no era descabellado pensar en grande. Crazy Jacobs, casado y con dos hijos, partió con decisión, sin nada que perder, y se encontró con una medalla de oro inesperada envuelta en un nuevo récord: 9.80. Una completa exhibición, para quitarse el sombrero.
Entrenado por Paolo Camossi desde 2015, Jacobs estuvo a punto de elegir el baloncesto, el deporte que siempre ha practicado su padre, miembro del ejército estadounidense, pero se inclinó por el atletismo y su elección no pudo ser mas acertada.
Hace dos años, en los Mundiales de Doha, ni siquiera pudo estar en la final. Cayó en semifinales con una marca de 10.20, pero la pandemia, lejos de perjudicar su progresión deportiva, le ha disparado al primer puesto del escalafón.
Amante de la Fórmula 1 y admirador del campeón del mundo, el británico Lewis Hamilton, Jacobs es ahora el nuevo bólido del atletismo mundial.
Las gradas que hace 31 años, en la tercera edición de los Mundiales, rugieron con la final de longitud que arrojó el mejor salto de la historia, los 8,95 metros de Mike Powell, pusieron este domingo, vacías por la pandemia, un extraño telón de fondo a la gesta de Jacob.
La final de altura repartió dos medallas de oro. El qatarí Mutaz Essa Barshim y el italiano Gianmarco Tamberi compartirán el peldaño más alto del podio tras conseguir, al alimón, el título olímpico de altura con una marca de 2,37 sin un solo fallo anterior, antes de fracasar sobre 2,39.
Con la misma marca que ellos, pero con un salto nulo en 2,19, la primera altura que intentaba, el bielorruso Maksim Nedasekau hubo de contentarse con la medalla de bronce.
Con sendas medallas de plata en Londres 2012 y Río 2016, Barshim, el mejor saltador de altura desde los tiempos del cubano Javier Sotomayor, con 11 saltos por encima de los 2,40 metros desde 2013, buscaba en Tokio, con 30 años, su primer oro después de haber sido dos veces campeón del mundo.
En Italia, desde los cinco años, fue batiendo récords en su senda hacia la explosiva final
Entrenado por Paolo Camossi, Jacobs casi elige el deporte de su padre texano, el básket