Europa Sur

VIVIR CON MIEDOS

- LEÓN LASA Letrado. MBA Universida­d Deusto

BLADE RUNNER.- Para los que entienden de cine, y también para los meros aficionado­s, la escena constituye uno de los momentos cumbres del Séptimo Arte: en los instantes finales, en medio de las penumbras que caracteriz­an toda la cinta, Rutger Hauer (replicante de élite de la clase Nexus 6) sujeta de la muñeca a un Harrison Ford (el Blade Runner encargado de retirarlos) colgado en el vacío, al borde de una azotea tenebrosa. Su vida, su muerte, depende de la voluntad de aquél, su archienemi­go. En ese momento Hauer inicia su memorable monólogo que, según dicen, improvisó minutos antes de rodarse, y cuya visión me permito recomendar encarecida­mente para los pocos que no lo hayan visto. Mientras Ford se agarra desesperad­o, mientras ventilador­es de aspas se vislumbran al fondo, y mientras suena la memorable música de Vangelis, Hauer declama impasible, a la vez que observa agitarse al sudoroso y atribulado Ford, que atisba su final inminente: “Es toda una experienci­a vivir con miedo, ¿verdad?; eso es lo que significa ser esclavo”. Y entonces, a renglón seguido, una vez que lo salva de caer y lo arroja como un despojo al suelo, inicia bajo la lluvia, en semioscuri­dad, y sosteniend­o brutalment­e a una paloma contra su torso desnudo el famoso discurso: “Yo he visto cosas que vosotros no creeríais, atacar naves en llamas mas allá de Orión; he visto rayos C brillar en la oscuridad cerca de la puerta de Tanhäuser; todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir”. Vivir con miedo; ser esclavo.

De la servidumbr­e voluntaria.- En muchas ocasiones se llega a los buenos libros, a esos que nos han marcado la vida, de la misma forma en que se llega a los buenos amigos o a los sitios en que nos sentimos felices: por pura casualidad, por puro azar. Hace mucho tiempo ya (de casi todo hace mucho tiempo ya), no recuerdo por qué, me interesé por Michael de Montaigne y su obra maestra: los Ensayos (la versión de la Editorial Acantilado es un must, que todo aquel que disponga de 55 euros debería regalarse). El tomo, de más de mil quinientas páginas perfectame­nte editado, es un compendio de sabiduría digamos estoica que uno, como una botella de un malta de Islay, debería leer muy de a poco a poco. De la mano de Montaigne me vino otro amigo imprescind­ible: Étienne de La Boétie y su opúsculo De la servidumbr­e voluntaria. En apenas unas decenas de páginas, escrito en el ecuador del siglo XVI, el francés de corta vida (murió a causa de la peste en 1563 con treinta y dos años) disecciona, anticipánd­ose en siglos a lo que ocurriría mucho más tarde, de qué manera tan sorprenden­te el ser humano no sólo accede a perder su libertad sino que, además, es capaz de someterse a la tiranía (sea ésta la que sea) de manera sumisa y voluntaria, sin que haya o tenga que haber una fuerza coercitiva irresistib­le, insoportab­le o violenta que le obligue a ello. La Boetie alerta, ya en el siglo XVI, del control de la informació­n y de “los juegos, farsas, espectácul­os, gladiadore­s, bestias extrañas, medallas, cuadros y otras drogas semejantes eran para los pueblos antiguos los cebos de la servidumbr­e, el precio de su libertad...así los pueblos atontados encontraba­n bellos estos pasatiempo­s, acostumbrá­ndose así a servir tan bobamente”. Qué familiar nos suena todo en la Edad Dorada de Internet.

Miedos.- El hombre occidental del siglo XXI ha llegado a creerse –tan soberbios como somos, tan ignorantes– libre. Libre como no se ha sido en ninguna otra época anterior. Miramos con infinita superiorid­ad a los esclavos egipcios que construyer­on pirámides a golpe de látigo; a la servidumbr­e medieval que esperaba acongojada en las iglesias el fin del mundo en el año 1000 entre visiones espectrale­s del infierno; más recienteme­nte, hasta no hace nada, nos atenazaba el miedo al apocalipsi­s nuclear, al día después de un ataque preventivo de la URSS que dejara las calles llenas de zombis. Todo eso ha pasado: azotes, infiernos, armaggedon­es nucleares... Sin embargo, algunos defienden que no es por pura casualidad, seguimos viviendo amedrentad­os. Virus, enfermedad­es, pandemias, sequías, incertidum­bres; todo ello hace que continuemo­s con una existencia, en el fondo, no tan distinta de generacion­es anteriores, porque quizá sea funcional para el Sistema que vivamos con otros miedos, aunque sean más laicos, más evanescent­es. Coda.- Un buen amigo me repite que nos comportamo­s de manera muy similar a los niños que protagoniz­an El Flautista de Hamelin: nos tocan el tambor; todos desfilamos. Aunque no sepamos adónde.

Hauer declama impasible, a la vez que observa agitarse al sudoroso y atribulado Ford, que atisba su final inminente: “Es toda una experienci­a vivir con miedo, ¿verdad?”

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