Europa Sur

La conjura del kárate

● Debuta de manera fugaz como deporte olímpico tras haber sido descartado para París 2024

- Natalia Arriaga (Efe) N. ARRIAGA

El kárate debuta como deporte olímpico y el próximo sábado se despedirá de los Juegos, quién sabe si para siempre, tras haber sido descartado para la edición de París 2024 antes de darle siquiera la oportunida­d de demostrar su potencial.

Por ello, los 80 karatecas, 40 hombres y 40 mujeres, inscritos en Tokio se han conjurado para aprovechar durante estos tres días su oportunida­d única y ofrecer una competició­n inolvidabl­e en el Nippon Budokan, meca de las artes marciales.

“Queremos dar un gran espectácul­o. Que se vea el potencial que tenemos y que merecemos estar en los Juegos”, comentó en vísperas de competir el dos veces campeón mundial venezolano Antonio Díaz.

En el otro platillo de la balanza hay que poner que el 40% de los participan­tes (sólo diez por categoría) saldrá de los Juegos con una medalla al cuello, un porcentaje del que no se beneficia ningún otro deporte olímpico.

El kárate brinda a España la esperanza más que razonable de aumentar su número de podios con al menos dos, los de kata masculino y femenino, gracias a las elevadas probabilid­ades de victoria de Damián Quintero y Sandra Sánchez.

Subcampeón y campeona del mundo, se da por sentado que en su camino hacia el oro sus máximos rivales serán dos japoneses, Ryo Kiyuna y Kiyou Shimizu, por lo que el malagueño y la talaverana jugarán como visitantes.

Ambos son discípulos de Jesús del Moral, el gran artífice del éxito del kata español, que ve a sus pupilos “nada presionado­s, supertranq­uilos”. “Intento proporcion­arles mucha tranquilid­ad y confianza, porque el trabajo ya está hecho. Tengo la suerte de trabajar con dos fueras de serie”, afirmó el selecciona­dor.

Si los triunfos en kata, esa disciplina en la que cada karateca se enfrenta a un rival imaginario, pueden centrarse en un duelo entre España y Japón, en kumite las opciones de podio se abren a bastantes más países, entre los que destacan Turquía, Irán, Venezuela, Perú, Egipto e Italia.

Los cinco pesos en los que se dividen los combates en todas las competicio­nes de primera fila –en kata no hay separación por kilos– se han reducido en los Juegos a sólo tres, lo que puede dar lugar a ciertas sorpresas respecto a lo que revela la clasificac­ión mundial.

En kumite los diez competidor­es se repartirán en dos grupos de cinco y pelearán todos contra todos. Los primeros y segundos de cada grupo se cruzarán en semifinale­s; los perdedores recibirán directamen­te el bronce (dos bronces) y los ganadores se enfrentará­n en la final.

En los katas también se harán dos grupo de cinco.

Cada karateca hará dos katas y se obtendrá la nota media; los dos peores de cada grupo quedarán eliminados. En la siguiente ronda, los tres supervivie­ntes de cada grupo harán un nuevo kata. Los primeros de cada grupo se enfrentará­n por la medalla de oro, mientras que los segundos y terceros se cruzarán con los del otro grupo para repartirse los dos bronces.

Hoy se decidirán las medallas femeninas de kata y kumite -55 kg y las masculinas de -67. Mañana llegará el kata masculino, junto a los combates de -61 kg para las mujeres y de -75 kg para los hombres.

Los dos pesos mayores, el femenino de +61 y el masculino de +75, pondrán fin a la competició­n el sábado, un adiós que para los karatecas será más doloroso que para otros deportista­s que, al contrario que aquellos, tienen en el horizonte otras oportunida­des olímpicas. valía. Con Jesús del Moral como entrenador y luego como compañero vital, 2015 fue el año de su despegue definitivo: se proclamó campeona de Europa y subió al podio en todas las citas de la Premier League, en cuatro de ellas a lo más alto. En los campeonato­s del mundo de 2016, año en el que el kárate fue admitido como deporte olímpico, fue medalla de bronce y en los de 2018, en Madrid, obtuvo por fin el título universal. Desde entonces, se ha impuesto en todas las competicio­nes en las que ha participad­o excepto en tres, las Premier League de 2019 en París, Rabat y Tokio, todas ellas ganadas por la única rival capaz de hacerle sombra, la japonesa Kiyou Shimizu. Las finales entre Sánchez y Shimizu son para los aficionado­s al kárate un clásico del kata. Se han encontrado en todos los enfrentami­entos por el oro y ambas confían en una reedición de este choque en la final olímpica. “Todo el mundo da por hecho que estaremos en la final de los Juegos. Pero hay que ir paso a paso”, asegura Sánchez. En la Premier League de septiembre de 2019 en Tokio, en el mismo Nippon Budokan en el que ahora volverán a enfrentars­e, la igualdad entre ambas fue tal que tuvieron que presentar un kata de desempate. La japonesa se impuso por un pelo: 27,74 puntos frente a 27,48. Sánchez define el kárate de Shimizu, doce años más joven, como “más fluido”, frente al “más enérgico, de pasión y de potencia” que ella representa. Es un traslado de sus respectiva­s personalid­ades, “tímida” la de la japonesa, “pizpireta” la de la española, como ella misma se define. Sus 153 centímetro­s y sus 48 kilos ocultan la verdadera fuerza física de Sánchez. Sus sesiones de trabajo en el gimnasio del CAR de Madrid son espeluznan­tes. Las cumple sin rechistar, por mucho que odie los burpees. Luego siguen las horas de perfeccion­amiento técnico, de fisioterap­ia… antes de retirarse a su modesta habitación de la Residencia Blume, en la que ha vivido los últimos años con Jesús para centrarse en su preparació­n y olvidarse de cuestiones mundanas como hacer la comida o lavar la ropa, tareas que allí le dan hechas. Le gusta leer, le encanta viajar y la motiva compromete­rse con causas que considera justas, como el feminismo o el apoyo a los enfermos de cáncer. Su legado es una realidad: ha sido nombrada selecciona­dora española de las categorías inferiores de kata. Las jóvenes promesas no podrían tener mejor guía que una campeona del mundo que, quizá desde este jueves, sea también campeona olímpica.

España tiene opciones de medalla gracias a Damián Quintero y Sandra Sánchez

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