Europa Sur

Alberto Ginés, oro a pesar de todo

● “La primera vez que me puse el arnés para subir me dio bastante miedo, luego me gustó”

- Natalia Arriaga (Efe)

Como si Alexander Zverev hubiera ganado el oro con una raqueta prestada. O como si Caeleb Dressel tuviese que viajar cinco horas para encontrar una buena piscina. En esas condicione­s, o pese a ellas, se convirtió este jueves en campeón olímpico de escalada Alberto Ginés, un chaval de 18 años con cuya medalla en los Juegos de Tokio no contaba ni él mismo.

Sin otros rocódromos que no sean los que utilizan los aficionado­s para pasar el rato, sin instalacio­nes específica­s, lejos de su familia, sin referencia­s sobre cómo estaban sus rivales. La medalla de Ginés es un pequeño milagro, el as que aparece en la manga del equipo olímpico español en cada edición de los Juegos y que en Tokio salió a relucir en el Parque de Deportes Urbanos de Aomi.

En el estreno de la escalada deportiva como deporte olímpico, el joven cacereño se impuso por delante del estadounid­ense Nathaniel Coleman y del austríaco Jakob Schubert tras ser el mejor en el conjunto de las tres modalidade­s: velocidad, búlder y dificultad.

“Vamos muy desanimado­s”, dijo su entrenador y mentor, David Macià, antes de viajar a Tokio. El año y medio de pandemia les había hecho perder terreno respecto a sus rivales, que en los países centroeuro­peos nunca dejaron de entrenar. La impresión era errónea.

Alberto Ginés (Cáceres, 23 de octubre de 2002) se aficionó a la escalada cuando tenía tres años, contagiado por su padre de su afición por la montaña.

Su primer rocódromo estuvo en el parque El Rodeo de su ciudad natal; sus primeros ascensos, en algunas de las montañas más próximas a Cáceres.

“La primera vez que me puse el arnés para subir me dio bastante miedo. Luego me empezó a gustar y nos lo fuimos tomando cada vez más en serio”, recuerda el ahora campeón olímpico.

La aparición en su vida del entrenador David Macià, experto escalador desde 1982, fue determinan­te. “Lo conocí hace siete años en una escuela de escalada cerca de Huesca. Nos comentó a mi padre y a mí que había una competició­n en Italia para niños. Por si nos apetecía ir. Fui y se me dio bastante mal”. Pero David empezó a entrenarlo a distancia, uno en Cáceres y otro en Barcelona.

Comenzaron a llegar los resultados. En 2016, cuando el COI admitió la escalada deportiva como deporte olímpico, el tándem Ginés-Macià empezó a pensar en los Juegos. Pero en los de 2024.

En 2015, 2017 y 2018 fue campeón de España de dificultad sub 18; en 2017 y 2018, campeón de Europa juvenil de la misma categoría; en 2019, campeón de España absoluto. Ese mismo año logró la séptima plaza en el clasificat­orio olímpico y se encontró con el billete para Tokio entre las manos.

En 2018 envió una solicitud de beca al CAR de San Cugat, que fue aceptada. Allí comenzó a estudiar 2º de Bachillera­to, aunque con lo pandemia lo dejó, con la idea de retomarlo tras los Juegos.

Para llegar a cualquier rocódromo desde el CAR, Alberto tie

ne hora y media de tren. Se encuentra entonces con “buenas instalacio­nes para el ocio, no para el alto rendimient­o”.

Para hacer velocidad, durante muchos meses los domingos por la tarde viajó cinco horas en tren hasta Pamplona, donde entrenaba allí cuatro horas por la mañana antes de meterse otras cinco horas en tren para volver a Barcelona y seguir con la semana normal. La pandemia acabó incluso con eso.

“Dificultad tampoco podemos en España, hay cero. Lo hacemos como podemos y estamos esperando los fines de semana para irnos a Francia, Austria, Alemania o donde sea. Lo más cerca es Francia, no es gran cosa, en la Universida­d de Pau y es donde mejor podemos prepararla”, explica Ginés.

Macià decidió entonces que la mejor manera de entrenar era directamen­te en competició­n, por lo que aumentaron las salidas a todas las pruebas posibles.

Su mejor entrenamie­nto lo hizo hoy en Tokio. Fue el más rápido en velocidad, tuvo un bache en bloque y remontó en la dificultad.

Antes de los Juegos ni siquiera pudieron comprar el juego de presas que se emplearía en la competició­n olímpica. Valen 40.000 euros, pero no tenían “ni dónde guardarlas”, confesó Macià.

Por eso, lo que reclaman es “que se haga un centro para que la selección española pueda entrenar en condicione­s, donde sea”. “Así no podemos seguir”, afirmó Ginés antes de disputar los Juegos. “No podemos estar compitiend­o contra gente que tiene rocódromos de 15 millones de euros o dos o tres centros de alto rendimient­o”. Sólo la magia de los Juegos puede explicar lo inexplicab­le.

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DIMITRIS TOSIDIS / EFE Alberto Ginés, colgado de sus presas y arneses en el rocódromo del Parque Urbano de Deportes de Aomi.

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