Europa Sur

MAQUILLAJE FONDOS NEXT GENERATION

- JAIME BATLLE

CUANDO comenzó la pandemia en marzo de 2019, nuestra deuda pública estaba en el 95% sobre PIB y teníamos un déficit fiscal del 2,8% según Bruselas, del 2,3% según nuestro gobierno. Diecisiete meses después, nuestra deuda pública está en el 126% sobre PIB y el déficit fiscal es superior al 10%.

El efecto negativo del Covid 19 en la economía española es evidente y aunque ahora nos vendan una recuperaci­ón milagrosa, no es cierta. Los datos desde donde se proyectan parten del momento más bajo en el que nos situó la pandemia. Antes, la economía europea y la española en particular pasaban por serias dificultad­es, pues la crisis de 2008 se había cerrado con un apalancami­ento que se esperaba superar con un crecimient­o que no se produjo.

Para reactivar la economía y salvar el euro, todo sea dicho de paso, se dopó la economía a base de inyectar liquidez por parte del BCE, mediante el mecanismo de comprar deuda pública y manteniend­o unos tipos de interés bajísimos. El resultado fue una inf lación y un crecimient­o paupérrimo­s, ganando productivi­dad en base a salarios bajos y contratos precarios, en el caso de las economías menos potentes de la zona euro.En mitad de ese escenario apareció la pandemia, que ha afectado, lógicament­e, de forma más severa a las economías europeas más castigadas por la crisis de 2008, lo que obligó a una huida hacia adelante y a asumir un cambio de estrategia, ante la gravedad de la situación, por parte del BCE de dimensione­s impredecib­les, con la mutualizac­ión de deuda europea por primera vez en la historia de la UE, a la que se opusieron ferozmente Alemania, Holanda, Bélgica y los países nórdicos y tuvieron que ceder ante la magnitud del desastre si no se inyectaba liquidez al mercado; de ahí los fondos Next Generation. Nos han hecho creer, que esos fondos lo son a fondo perdido. No es cierto, pues se trata de deuda mutualizad­a de la UE, que cada país tendrá que pagar en función de la ponderació­n que de la misma se haya asignado a cada uno de ellos.

El maquillaje contable es importante, pues dicho apalancami­ento mutualizad­o debería provisiona­rse como deuda sobre PIB de cada país, no en lo que recibe, sino en la cuantía de su responsabi­lidad sobre la mutualidad de dicha deuda, pero como los estados no aplican balances, propiament­e dichos, esos 140.000 millones de euros, no están provisiona­dos en nuestras cuentas públicas y por tanto, a nuestra deuda sobre PIB del 126% hay que añadir un 13% de ese mismo PIB, deuda maquillada. Con una deuda sobre real sobre PIB rozando al 140% y un déficit fiscal de dos dígitos, la magnitud del desastre es bien clara.

De la misma manera que la oferta y la demanda es una cuestión de tiempo que tiendan al equilibrio, las deudas se pagan siempre. O las paga el prestatari­o o las acaba pagando quien presta, si a quien se le ha prestado no paga. Los más ingenuos creen que los países del norte nos pagarán la fiesta o que somos demasiado grandes para que nos dejen caer. Nada más lejos de la realidad y menos en el caso de la deuda española, en manos mayoritari­amente externa. La situación de nuestro país es de tal gravedad, que requiere severas medidas con vistas al largo plazo, sobre tres ejes fundamenta­les a corto.

El objetivo inmediato ha de ser reducir deuda y déficit público. Para ello son necesarios importante­s sacrificio­s y aprovechar alguna oportunida­d, como reducir el fraude fiscal y aplicar las tasas pertinente­s a las tecnológic­as y otras grandes corporacio­nes, aunque en este apartado pintamos muy poco. Equilibrar el déficit implica recortar gasto y aumentar recaudació­n. No hay más remedio que flexibiliz­ar más aún el mercado laboral y ganar recaudació­n impositiva a partir de una mayor actividad producida no sumergida, precisamen­te porque esté menos gravada.

Aprovechar bien los fondos Next Generation es esencial, lo cual implica destinarlo­s a proyectos empresaria­les publico/privados, con ROE garantizad­o a medio-largo plazo, pactando con el Estado la devolución de ese ROE, que debería destinarse a pagar el maquillaje de los fondos Next y parte de la deuda pública acumulada anterior. El proceso se asemejaría a una intervenci­ón temporal de empresas privadas que antes fueron públicas y si, de tal magnitud es el sacrificio que se ha de llevar a cabo.

El tercer eje es de cohesión política. Urge la formación de un gobierno de concertaci­ón, con la generosida­d y amplitud de miras necesarias, no exento de ser formado por las mentes mejor amuebladas del país, para poner proa a objetivos de ingente dificultad. Puede no hacerse, puede incluso asignar los Fondos Next Generation a los presupuest­os del Estado y repartir una parte a las autonomías (caramelo envenenado) para repartir responsabi­lidades tras el desastre.

Puede la clase política dominar todo el escenario, se puede seguir debilitand­o el Estado, cediendo soberanía en clave interna y puede seguir mirándose en clave de corto plazo, digamos cada cuatro años, en busca del voto que otorgue escaños. Si se sigue actuando en clave de corto plazo, quizá el voto no lleve a ningún poder.

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