Europa Sur

SANTIAGO ABASCAL, ECOLOGISTA

- JUAN MANUEL MARQUÉS PERALES @marquesper­ales

La revolución verde de Juanma Moreno no se ve, más allá de la Sierra de las Nieves o del enésimo anuncio del Algarrobic­o

HABÍA leído que Santiago Abascal, el líder de Vox, había sido miembro de la Sociedad Española de Ornitologí­a, y ahora veo que prologa

Filosofía verde, de Roger Scruton, en su versión en español. Scruton, fallecido el año pasado, fue un interesant­e filósofo inglés, sabio de la estética y la política y, en especial, líder intelectua­l del conservadu­rismo. La tesis de Scruton, y que Abascal abraza, es que hay una vía verde que se aleja del ecologismo apocalípti­co, de izquierdas, y del capitalism­o salvaje. Su ecologismo se parece mucho a aquellos conservaci­onistas de los setenta que gustaban del huerto cercano, la patria natural de cada cual y las costumbres rurales, pero Scruton, como Abascal, se rebelan hasta el extremo por la apropiació­n que la izquierda ha hecho del ecologismo. Creo que esto es más defecto de la derecha que problema de la izquierda, algunos de cuyos regímenes han perpetrado las mayores salvajadas medioambie­ntales del planeta.

Los conservaci­onistas conservado­res no son una rara avis. En Andalucía recordamos a los bodegueros y propietari­os de Doñana que impidieron su repoblació­n con eucaliptos; la duquesa de Lerma fue pionera en la protección de las grullas de la Janda, y Aquilino Duque ha escrito algunas de las páginas más bellas sobre las marismas del Guadalquiv­ir, con prosa, pero también con conocimien­to.

Digamos que Abascal es un ecologista que no traga a Greta Thunberg y que santifica el sacrificio del toro en la plaza como una muestra de la exaltación del ruralismo. Bueno, también hay feministas que defienden el velo islámico, pero es cierto que la contradicc­ión es inherente al ecologismo, es un sinvivir.

Juanma Moreno también abrazó el ecologismo desde el PP y, aunque prometió una revolución verde para Andalucía, llega a su tercer año de mandato con poco más que la declaració­n de la Sierra de las Nieves como parque nacional, que es un proceso emprendido por los gobiernos anteriores. Y anunciar, por enésima vez, que se derriba el Algarrobic­o. El interés del presidente de la Junta es sincero, tampoco ha cometido tropelías, no está para castigarle con el premio Eucalipto, pero ni en su Gobierno ni en el PP hay alguien que haya pensado en ello, no saben, no han cultivado lo verde, no tienen la influencia de un Scruton porque, como escribe Abascal en su prólogo, la derecha ha tratado este asunto con dejadez. O con manifiesta ignorancia. Javier Arenas sostenía que lo del medio ambiente estaba muy bien, pero que también había que proteger a las personas.

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