“Hay que cambiar el chip y ofrecer cuidados centrados en la persona”
María Isabel Galvá Borrás es médico geriatra, miembro de la directiva de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología
“La vacuna ha dado una tranquilidad tremenda a los ancianos, que lo han pasado francamente mal. Durante la pandemia han sufrido repercusiones muy negativas a nivel cognitivo, psicológico y funcional. Necesitamos un adecuado sistema de asistencia domiciliaria porque los mayores quieren estar en su casa”.
Las residencias deben tener servicios más flexibles como el resto de países europeos
LA crisis sanitaria provocada por el coronavirus lleva golpeando la vida de las personas más de un año. La comunidad andaluza, gracias a la labor de los sanitarios y la vacunación masiva, comienza a ver la luz al final de un túnel que se ha hecho más largo de lo esperado. Aunque la realidad invita a ser optimistas, los datos ofrecidos en los últimos días no son buenos y la población necesita más que nunca reforzar su compromiso y mantener, en todo momento, la responsabilidad frente al virus. Para hablar sobre la pandemia hemos contado con el testimonio de María Isabel Galvá Borrás, médico geriatra miembro de la directiva de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología.
Tras más de un año de epidemia y en plena época estival, los contagios parecen volver a subir en lo que sería ya la quinta ola de esta crisis sanitaria. Durante todo este tiempo los ancianos han sido las personas más vulnerables y la vacuna ha sido crucial para evitar más muertes. En este sentido, María Isabel Galvá Borrás indica que “las dosis han dado una tranquilidad tremenda a los ancianos, que lo han pasado francamente mal. El cierre de las residencias ha generado repercusiones muy negativas para ellos a nivel cognitivo, psicológico y funcional por el aislamiento”. Por tanto, las vacunas han sido la esperanza “para prevenir la infección y mitigar la gravedad en caso de nuevos contagios en centros residenciales”.
Nuestros mayores han sido el motivo de preocupación más grande y así lo expone la profesional sanitaria que opina que lo que han vivido “ha sido lamentable. En la primera ola más del 80% de fallecidos por Covid-19 tenían más de 75 años. Las personas mayores que viven en residencias son muy vulnerables”. Para evitar este tipo de situaciones Galvá Borrás ve indispensable un nuevo modelo de atención a los mayores. “Es evidente que no tenemos un adecuado servicio de asistencia domiciliaria. Los mayores quisieran estar en su casa, pero no hay suficientes recursos para proporcionar esta atención. No hay equipos que presten una continuidad asistencial destinada a pacientes crónicos con atención regular y mantenida. Así pues, el cuidado se hace muy difícil y costoso para la familia, obligada a buscar otros recursos como las residencias”.
Uno de los temas esenciales que precisa la sociedad es que la geriatría se ofrezca en la sanidad pública andaluza. “El nuevo Gobierno de Andalucía quiere introducir geriatras en la cartera de servicios del SAS y lo ha reiterado el consejero de Salud, pero la pandemia ha interrumpido muchos proyectos. Sería muy interesante volver a ofrecer esta formación”, algo fundamental porque “el país está envejeciendo y se deben abordar los problemas de salud partiendo de la base de pacientes cada vez más mayores”.
Otra de las cuestiones que puso sobre la mesa fue el de las residencias, centros que “antes de la pandemia pedían cambios en ese modelo de residencia y ahora esa necesidad se ha hecho más evidente. Tenemos un modelo tradicional que oferta servicios a los que se tiene que adaptar el residente que llega, y suelen ser centros muy grandes con un funcionamiento rígido, con una elevada rotación de los trabajadores y una escasa flexibilidad para adaptarse a las necesidades de los residentes”. Por tanto, es esencial contar con “unidades más pequeñas, e incluso, si son centros grandes, que se organicen en unidades de convivencia más pequeñas con 10 a 15 personas de forma que sus cuidadores roten lo menos posible, personas conocidas, de confianza para los residentes. Y que tengan servicios flexibles: que el cuidado no sea estandarizado sino adaptado a las características de cada persona”.
En definitiva, el resto de países europeos nos han demostrado que “el cuidado tradicional no funciona, no proporciona la calidad de vida que debería tener el residente. Hay que cambiar el chip y ofrecer cuidados basados en la persona”, unas personas que han dado la vida por nosotros.