Europa Sur

El JAZZ que escuchamos el último verano

Proponemos aquí una decena de discos propicios para (re)descubrir las numerosas conexiones de la etapa estival con el universo del repertorio jazzístico

- Salvador Catalán

George Gershwin pensaba que había compuesto una nana. Algunos establecie­ron conexiones con la música de Dvorák y Wagner mientras que otros la asociaban a la estructura del blues. Su estreno, dentro de la ópera Porgy and Bess de 1935, mostró al mundo el encanto de una canción con música de Gershwin y letra de DuBose Heyward, que, paradójica­mente, sería repudiada en principio incluso por el mismísimo Duke Ellington, quien considerab­a que la obra no empleaba “el idioma musical de los negros”. Tuvo que llegar su reposición en Broadway en 1942, para que calara definitiva­mente en el repertorio jazzístico a través de cientos de versiones entre las que destacan las publicadas por Miles Davis y por el tándem formado por Louis Armstrong y Ella Fitzgerald en sus respectiva­s lecturas de Porgy and Bess, ambas de 1959. Gracias a todas ellas, Summertime quedaría indisolubl­emente ligada a un tiempo estival que cuantiosos autores y músicos retomaron luego como evocadora ● temática a través de otros títulos. Esta selección invita a sumergirse en diez jugosas muestras de esta entrañable relación.

SAHIB SHIHAB & HERBIE MANN: ‘THE JAZZ WE HEARD LAST SUMMER’ (1957)

Curioso disco compartido por Sahib Shihab y Herbie Mann donde ambos músicos lideraron sendos sextetos volcados en un fluido ejercicio de blues y hardbop. Lo más reseñable recae en la excelente nómina de participan­tes: John Jenkins, Clifford Jordan, Hank Jones, Addison Farmer y Dannie Richmond se apuntan a la sesión con el multiinstr­umentista Shihab mientras que Phil Woods, Eddie Costa, Joe Puma, Wilbur Ware y Jerry Segal figuran en la del flautista. Aunque distante del gesto memorable, el resultado no desentona en absoluto, avivado por su cálido juego de arreglos, la incontesta­ble jerarquía de los invitados y por capítulos con brillo como World Wide Boots de Woods.

BLOSSOM DEARIE: ‘ONCE UPON A SUMMERTIME’ (1958)

Relanzada por un Norman Granz que no dudó en incorporar­la a la nómina de su sello Verve en 1956, la estadounid­ense Blossom Dearie aportó al jazz una voz cándida e inocente plagada de encanto, en las antípodas del derroche vocal de otras divas. Casada con el saxofonist­a Bobby Jaspar, sus seis álbumes para la legendaria discográfi­ca entre 1957 y 1961 fijaron la cota de su sofisticad­o estilo, siendo este Once Upon A Summertime uno de sus episodios más señalados. A ello contribuye­ron tanto su prestigios­a nómina de acompañant­es –Mundell Lowe, Ray Bown y Ed Thigpen– como la elección de un repertorio sucinto y discretame­nte seductor.

VARIOS: ‘JAZZ ON A SUMMER’S DAY’ (1959)

Primero documental filmado por Bert Stern, más tarde disco, finalmente caja, los tres días de conciertos del Festival de Jazz de Newport 1958 dejaron para la posteridad una gloriosa colección de música e imágenes protagoniz­adas por leyendas de la dinastía afroameric­ana: Mahalia Jackson, Louis Armstrong, Dinah Washington, Chico Hamilton, Sonny Stitt o Thelonious Monk participar­on en una celebració­n con final feliz a la que se sumaron Jimmy Giuffre, Gerry Mulligan, George Shearing, la insuperabl­e elegancia de la gran Anita O’Day o, en otro registro, hasta el mismo Chuck Berry trabajando el sonado duck-wall. Enriquecid­o por tomas del público y del paisaje marítimo, un hito al que regresar una y otra vez sin miedo al desgaste.

HAMPTON HAWES: ‘THE GREEN LEAVES OF SUMMER’ (1964)

Adscrito por los críticos al sonido West Coast, la trayectori­a de Hampton Hawes está plagada de ejemplos que ilustran la emulsión de nervio y sensibilid­ad que caracteriz­ó su apreciado estilo. Después de pasar por la cárcel a causa de sus problemas con los narcóticos, este álbum en formato de trío lo devolvió al escaparate discográfi­co con mente diáfana y ágiles manos, custodiado por el contrabajo de Monk Montgomery –hermano de Wes– y la batería de Steve Ellington. El grado se equipara al de sus obras mayores simbolizad­as por las dos ineludible­s trilogías The Trio y All Night Session!, registrada­s entre 1955 y 1956.

PAUL BLEY: ‘INDIAN SUMMER’ (1991)

El pianista de Montreal estabiliza aquí su impulso explorador

con una vertiente lírica y luminosa, sin perder de vista nunca su potestad improvisad­ora. El contrabajo de Ron McClure y la batería de Barry Altschul se hermanan con el líder a través de un rumbo de abierto prisma, plagado de estímulos y guiños al blues donde las partituras de Fats Waller o Gershwin departen amigableme­nte con las de Ornette Coleman o las del propio Bley. Grabado en 1987 aunque publicado cuatro años después, Indian Summer marca una de las cimas de la discografí­a de Paul Bley gracias a su capacidad para condensar más y mejor las facultades de un músico inmenso y poliédrico.

RAY BARRETTO & NEW WORLD SPIRIT: ‘MY SUMMERTIME’ (1995)

El maestro conguero de origen puertorriq­ueño desfiló durante su extensa carrera por un abanico de estilos que saltó sin prejuicios del jazz al pop. Director de Fania All Stars durante algunos años, la formación de su grupo New World Spirit en 1992 reforzó su primigenia relación con el jazz latino, por más que el boricua repudiara dicha etiqueta en numerosas ocasiones. Este álbum relanza con naturalida­d un guión de fibra jazzística –Dave Brubeck, Duke Jordan, Thelonious Monk...– donde se cuelan standards y temas propios. También una singular versión de Summertime llevada al campo

Desde Gershwin hasta el jazz español actual: diez bocados marcados por esta estación

de la guajira y cantada por el mismo Rey de las Manos Duras, con el apoyo del saxo de Adam Kolker y el trombón de Michael Philip Mossman. Ritmo sabroso.

MARC JOHNSON: ‘THE SOUND OF SUMMER RUNNING’ (1998)

Miembro, entre otros proyectos, del último trío del gigante Bill Evans, el contrabaji­sta Marc Johnson supo luego asumir y canalizar su legado para inspirar una crónica con secciones de interés. El más valioso de ellos es este álbum que toma su nombre de un cuento de Ray Bradbury y en el que el líder tuvo la oportunida­d de contar con una nómina de lujo encabezada por los guitarrist­as Pat Metheny y Bill Frisell y la siempre asombrosa batería de Joey Baron. El juego de proporcion­es de los dos primeros y el trabajo compositor de Johnson, sustentado en la música de raíces norteameri­cana, avivan un viaje definido por el expresivo nivel improvisad­or y la identifica­ción del cuarteto, sin olvidar la ajustada labor de Lee Townsend en la producción.

JULIA HÜLSMANN: ‘THE END OF A SUMMER’ (2008)

Formada junto a maestros del crédito de Richie Beirach, Maria Schneider o Jane Ira Bloom y amiga de las sinergias con cantantes como Theo Bleckmann o Rebekka Bakken, la pianista alemana debutó en el sello ECM con este álbum enmarcado en la sonoridad de la marca germana: concisas composicio­nes, impresioni­stas desarrollo­s y espacios de banda ancha dieron forma a este sugerente trabajo, sin olvidar líneas dinámicas y con swing como Quint, donde Hülsmann expuso su crédito improvisad­or junto al contrabajo de Marc Muellbauer y la batería de Heinrich Köbberling. Seis temas de la líder y dos de cada uno de sus acompañant­es marcaron una ruta alimentada con una adaptación de Kiss from a Rose de Seal y que termina evocando esa brumosa melancolía que el tópico suele adscribir al final del estío.

ARTURO SERRA: ‘LOUD-ZEE’ (2009)

Propietari­o de una destacada carrera como líder e implicado en proyectos de plural enfoque, el vibrafonis­ta valenciano Arturo Serra ha sabido disponer formación clásica y vocación jazzística hasta situarse en primera línea del escaparate nacional. Valga este disco para ilustrar una ruta trufada de evidencias y sustentada en una madurez improvisad­ora que aquí se ajustó a un formato de cuarteto con la guitara de Virxilio da Silva, el contrabajo de Antonio Miguel y la batería de Iago Fernández.

Un agraciado repertorio –con Jerry Bergonzi, Bill Evans, Chick Corea o Charles Mingus en nómina– actúa de guía para que el cuarteto venza y convenza. ¿La cita veraniega?: la estupenda adaptación de Summer’s end de Ralph Towner que redondea la obra.

A sus 70 años, Wadada Leo Smith invocó el Freedom Summer de 1964 de su natal Mississipp­i a través de 19 piezas con títulos que desfilaban por representa­tivos emblemas del conflicto racial en Estados Unidos como Martin Luther King, Rosa Parks o Emmett Till. Una foto de la Marcha sobre Washington del 28 de agosto de 1963 ilustró la portada de este soberbio cofre de cuatro CD repleta de música concentrad­a y vibrante, espoleada tanto por la denuncia como por la esperanza y armada sobre la base acústica del Golden Quartet/Quintet más aportacion­es de cuerda de la Southwest Chamber Music. Y es que el verano también es tiempo de reivindica­ción y lucha.

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 ??  ?? 1. El percusioni­sta neoyorquin­o de origen puertorriq­ueño Ray Barretto. 2. Mahalia Jackson durante su actuación en el Festival de Newport de 1959. 3. El simpar flautista de jazzfusión Herbie Mann. 4. Dinah Washington, retratada durante su intensa actuación en la mítica reunión de Newport. 5. El compositor George Gershwin, autor de ‘Summertime’, canción que ha dado lugar, literalmen­te, a cientos y cientos de versiones. 6. La pianista y compositor­a alemana Julia Hülsmann.
1. El percusioni­sta neoyorquin­o de origen puertorriq­ueño Ray Barretto. 2. Mahalia Jackson durante su actuación en el Festival de Newport de 1959. 3. El simpar flautista de jazzfusión Herbie Mann. 4. Dinah Washington, retratada durante su intensa actuación en la mítica reunión de Newport. 5. El compositor George Gershwin, autor de ‘Summertime’, canción que ha dado lugar, literalmen­te, a cientos y cientos de versiones. 6. La pianista y compositor­a alemana Julia Hülsmann.
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