La despedida tenía que ser con honores
● Raúl Entrerríos firma el último gol de España para un adiós perfecto
Un gol de Raúl Entrerríos, que ponía punto final a su carrera deportiva, a falta de siete segundos para la conclusión permitió a la selección española de balonmano derrotar por 33-31 a Egipto y colgarse una medalla de bronce, que culmina el ciclo de una de las mejores generaciones del balonmano español. No es el oro con el que todos los integrantes del equipo español soñaban antes del inicio de Tokio 2020, pero las muestras de emoción con las que los jugadores celebraron el triunfo demostraron la importancia que tenía para este equipo el metal, con independencia del color.
Y es que el bronce logrado en la capital japonesa sirvió para premiar todo el esfuerzo y trabajo realizado durante la última década por un grupo de jugadores, que ha llevado a sus más altas cotas al balonmano español.
Un grupo en el que un gran número de sus integrantes ponen fin a su aventura con la selección, como el propio Raúl Entrerríos, que no pudo poner mejor broche a su carrera deportiva que con el gol que otorgó definitivamente el bronce al equipo español.
Una selección que pareció empecinada por resolver el partido cuanto antes, como si necesitase colgarse la medalla de bronce antes de cumplirse los primeros cinco minutos de juego, lo que no tardó en hacer España fue confundir la intensidad con la precipitación. Unas prisas que contrastaron con la aparente calma con la que Egipto pareció afrontar la contienda, pese a haberse encontrado nunca antes ante la posibilidad de subir a un podio olímpico.
Si España pareció siempre empeñada en resolver cada una de sus acciones en apenas unos segundos, lo que les costó a los Hispanos más una innecesaria pérdida de balón, Egipto siempre tuvo la pausa necesaria para dar siempre un pase más. Una paciencia que permitió a los africanos encontrar siempre el momento justo para conectar con el pivote Mamdouh o generar los espacios para que el central Elahmar pudiera explotar su eléctrica finta. Argumentos ofensivos que permitieron a los de Roberto García Parrondo situarse rápidamente con una ventaja de dos tantos (4-2).
Pero ni así cambio el plan del equipo español al que no pareció importarle conceder más goles de los habituales, empeñado en correr, correr y correr. Una táctica comenzó a darle frutos en el momento en el que arrastró a los norteafricanos al frenético ritmo de partido propuesto por los de Jordi Ribera.
Y es que si Egipto demostró que táctica y colectivamente no le tiene nada que envidiar a ninguna de las grandes potencias europeas, a nivel individual no todos sus jugadores llegan al nivel de los del equipo español. Una diferencia que se hizo más evidente cuando el encuentro se convirtió en una sucesión de acciones individuales.
La selección española comenzar a abrir brecha gracias a una anotación coral en los últimos diez minutos del primer tiempo, tras unos primeros 20 tremendamente igualadísimos (11-11).
Pero poco a poco la falta de acierto en el lanzamiento del equipo egipcio, unido a las paradas de Gonzalo Pérez de Vargas, permitieron a los Hispanos marchase al descanso con una renta de tres goles (16-19).
Una diferencia que pareció aplacar al equipo español, que, curiosamente, cuando intentó aminorar el ritmo cometió más errores y precipitaciones que cuando jugó a mil revoluciones por minutos.
Fallos que afectaron especialmente a la efectividad en el lanzamiento, emperrados como estuvieron los internacionales españoles en engordar las estadísticas en la portería del recién ingresado Karim Hendawy.
Así, en apenas siete minutos, España perdió toda la renta que había logrado en el primer período (21-21) condenándose a un sufrimiento que no estaba en el guion tras lo visto en el tramo final de la primera parte.
Un panorama que se fue complicando cada vez más y más para un equipo español, que pese a los puntuales chispazos de Antonio García, cada vez encontraba más dificultades para superar el entramado defensivo norteafricano. Y cuando lo logró, se encontró con un cada vez más entonado Hendawy, que con sus paradas permitió a Egipto amenazar a España.
Pero todo el buen hacer de guardameta egipcio quedó en nada ante la efectividad de un Dujshebaev que no dudó en asumir la responsabilidad anotadora en los momentos decisivos. Dos latigazos suyos permitieron a España entrar en el último minuto con una renta de dos goles (30-32), pero ni así se rindió Egipto que con un gol del pivote Mandouh volvió a poner la incertidumbre en el marcador (31-32). Pero España no estaba dispuesta a dejarse arrebatar el bronce y mucho menos Raúl Entrerríos que con su gol final selló el triunfo español.
Raúl Entrerríos Jugador de la selección
Siempre me he sentido privilegiado de formar grupos extraordinarios, esto ha sido mi pasión”