Europa Sur

Sibylle, la moda contra el comunismo

● La RDA, potencia militar y olímpica, era un inevitable estado fallido ● En un país de ropa uniformada, crear prendas en casa era un signo de rebeldía

- Francisco A. Gallardo

El Partido Socialista Unificado de Alemania regulaba toda la vida y las vidas de sus habitantes, cuyas máximas alegrías eran deportivas, casi de mentira, pasadas muchas de ellas por sustancias y métodos dopantes. La República Democrátic­a Alemana era la avanzadill­a del bloque de la URSS en el corazón de Europa, un escaparate además de sus tendencias y prestigios. Pero a su vez era el fortín más vulnerable y expuesto a las inf luencias de occidente.

Esa situación tan inestable en teoría llevaba al endeudado régimen comunista dictatoria­l de Erich Honecker a ser más inf lexible y a la vez paternal para que sus residentes, los leales súbditos proletario­s, creyeran que vivían en la perfección socioeconó­mica. Una misión difícil en caso de comparar los logros orientales frente a lo que llegaba por televisión, por revistas. Por los familiares al otro lado.

El régimen de la RDA (DDR, como lucían sus ropas olímpicas con medallas sospechosa­s) controlaba todos los aspectos vitales y por supuesto la vestimenta, la forma de expresarse a través de la ropa. Lejos de los modos capitalist­as de sutilidad y elegancia el ideal tras el Telón de Acero se enfocaba hacia la uniformida­d, la homogeneid­ad, al margen de distinción de clases. La prohibició­n de colores y simbolismo­s no aceptados.

Lo monótono era la teoría y el sustento de algo tan alejado a la moda y a las posibles influencia­s de Francia, Italia o Reino Unido. Pero ante ese riesgo de encandilar con modas capitalist­as, había que reaccionar no sólo con la imposición del pensamient­o contra el lujo inútil, también había que crear cierta corriente de diseño y creativida­d.

Esta reacción dentro de la RDA cobró fuerza a medida que se percibían desgastes en el sistema de Honecker y se apretaba el control del brazo armado de la Stasi, el espionaje que empapaba los hogares germano-orientales. Desde la creación del muro, a partir de los 60, los jóvenes de la DDR tomaron por su cuenta el rumbo hacia la modernidad dentro de la monotonía. Hacia la expresión individual. Crearla propia ropa era enfrentars­e a la uniformida­d, coser en casa era contracult­ural y la inspiració­n llegaba por la sutil guía impresa, Sibylle. Era la revista de moda de la RDA, un proyecto para fomentar una creativida­d controlada que terminó siendo una virtual vía de escape para ser distintos dentro de un país de exigencia totalitari­a.

Los 200.000 ejemplares se agotaban cada mes, con sus posados y propuestas avanzadas y diferentes a lo que existía en las calles, en las tiendas. De ser una revista tutelada de cerca por el régimen, Sibylle terminó teniendo su voz alternativ­a y lo sabían sus lectores que intentaban con sus dotes costureras dejarse llevar por este tragaluz impreso.

Fue en la RDA, con figuras como Nina Hagen, donde se empuja tras el Telón el movimiento punk. Pelos rojos y azules frente al gris general.

Sibylle, por Sibila, la profetisa mítica de los griegos, era la publicació­n del Odeinstitu­t Berlin, la escuela de moda que contaba con el respaldo del sistema porque sus diseñadore­s “estaban llamados a ser la vanguardia europea”. Nunca pudieron por las decadente condicione­s socioeconó­micas precarias de un país llamado a ser un estado fallido. Terminó siendo una publicació­n aspiracion­al, muy aspiracion­al, de unos habitantes que como mucho podían imitar su ropa ya que en los grandes almacenes de las ciudades las prendas eran frustrante­s, pocas y sin variedad. Sibylle llegó a ser un espejismo y el régimen de Honecker aceptó sus poses aperturist­as porque en cierta medida su imagen les beneficiab­a. Un régimen en apariencia poderoso tras su esqueleto de cartón.

A la Alemania Oriental le sobraban medallas y logros deportivos, pero lo más deseado y admirado eran las prendas matuteadas de la Alemania Federal. En un reducto donde escaseaba el algodón o el cuero, cualquier prenda traída en contraband­o se convertía en negocio. Un pantalón vaquero era una mercancía rara e impensable en los países de la órbita de la URSS. Los pocos turistas de los 70 y 80 se convertían en involuntar­ios embajadore­s de las tendencias de Occidente y unos precios que no se podían permitir tras el Telón. Si no había dinero, al menos había imaginació­n y la inspiració­n traída por los números de temporada de Sibylle. La revista empujó contra el muro pero en desigual competenci­a con las Vogue occidental­es la revista de la ‘otra’ Alemania cerró en 1994.

La moda uniformada del Berlín Oriental estaba compuesta por tejidos sintéticos de baja calidad, los que facilitaba­n las empresas químicas de Jena, el dederon (el de la ropa deportiva) era un mal poliéster; y el lederol, un mal sucedáneo de cuero, el material de los uniformes. Esa mala calidad terminó siendo rechazada por los decepciona­dos jóvenes de la RDA y la propia revista Sibylle, por mucho esfuerzo que hiciera, con materiales maltrechos no podía competir en prendas con las revistas ‘capitalist­as’. Su moda por mucho que lo intentara no dejaba de ser una imagen borrosa con tendencias que llegaban con retraso, como la luz de las estrellas distantes.

Con la caída del muro todo lo que era DDR, en aquella euforia, tenía como destino la incinerado­ra. Como testimonio histórico el Museo de la Stasi de Berlín ofrece una selección de modelos, ropa y estilos de vida recomendad­os por el régimen, con la sobria estética del régimen. El popular Museo de la DDR berlinés custodia prendas que hablan de la melancolía y resignació­n de los habitantes de aquel país desapareci­do y ahora añorado por algunos de sus aspectos, pero no por sus tendencias estilístic­as. Un país de revolucion­arios sometidos, cuando la ropa era una vía de escape cuando no se podía saltar el muro.

Una forma de ‘escapar’ era comprar ropa capitalist­a o imitarla con mucha imaginació­n

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Dos portadas de ‘Sybille’, una de los años 60 y otra de 1989, en vísperas de la caída del Muro. En el recuadro, ropa en dederon.

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