Europa Sur

VERANO DEL 69

- BRAULIO ORTIZ

UNA espectador­a la recuerda con la majestuosi­dad de una princesa africana. “Su valentía, su control como mujer, como mujer negra, era alucinante. Mandaba un mensaje”. Esa mujer se llamaba Nina Simone, su nombre artístico, por un novio que le decía Niña, por la actriz Simone Signoret. El escenario, el Mount Morris Park, donde se celebraba el Festival de Cultura de Harlem. Era el verano de 1969, el mismo del Woodstock, en el que el hombre llegó a la Luna, pero esa mujer tenía los pies en la tierra, en el fango más concretame­nte. La cantante entonaba Mr. Backlash y transforma­ba en poesía la reivindica­ción más dolorosa, el cansancio. “Subes mis impuestos, bajas mi sueldo. Y envías a mi hijo a Vietnam”. Y después le aclaraba a aquel señor Backlash: “El mundo es grande. Grande, brillante y redondo. Y está lleno de gente como yo, que es negra, amarilla, beis y marrón”. Bien que conocía ella el rechazo. A Eunice Waymon, su nombre real, le habían negado una beca en el Instituto de Música Curtis, de Filadelfia, donde quería formarse para cumplir su sueño, el de ser la primera pianista clásica negra de EE UU. Simone siempre sostuvo que su prueba había sido impecable, que fue su color de piel el que decantó la balanza hacia el no.

Ese día, en Harlem, lo cuenta el extraordin­ario documental Summer of Soul, del que ya habló el compañero Lombardo cuando llegó a los cines –se puede ver ahora en la plataforma de Disney–, Nina Simone quiso dar esperanzas. Un año antes habían matado a Martin Luther King, y la rabia había dado paso a la rebelión y al orgullo. Ella interpretó ante las miles de personas congregada­s Young, gifted and black. “Hay todo un mundo esperándoo­s. Vuestro camino acaba de empezar”, les dijo a los muchachos que la escuchaban. Que no tuvieran miedo, como definió alguna vez su concepto de libertad, la falta de miedo. La periodista Charlayne Hunter-Gault estaba allí y tomó nota: cuando entró en la universida­d, mientras sus compañeros blanquitos y racistas protestaba­n por su ingreso, ella se ponía discos de Nina. Para recordarse que sí, que era joven, talentosa y negra.

Ver Summer of Soul asombra y conmueve: en ese festival, un acontecimi­ento para la comunidad afroameric­ana, participar­on grandísimo­s artistas –entre otros muchos, Stevie Wonder, Mahalia Jackson o David Ruffin–, pero en el imaginario colectivo sólo se instaló Woodstock. Ninguna televisión quiso emitir los conciertos grabados, sus imágenes no vieron la luz hasta medio siglo después. Aquel hombre blanco que observaba la luna no se paró a mirar a sus hermanos.

Ese día, Nina Simone quiso dar un mensaje de esperanza. “Vuestro camino acaba de empezar”, dijo a los jóvenes

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