Europa Sur

LA PRODUCTIVI­DAD Y EL EMPLEO

- JOAQUÍN AURIOLES

LA pasada semana dedicamos esta tribuna a la productivi­dad. Sobre todo, a la productivi­dad laboral, pero limitamos la reflexión a su impacto en la competitiv­idad, olvidándon­os por completo de sus consecuenc­ias sobre el empleo, pese a su indudable trascenden­cia.

Existe una especie de axioma en economía que dice que una empresa contratará a un trabajador cuando espere que sus ingresos aumenten más que sus costes, es decir, que el ingreso marginal sea mayor que el coste marginal. El primero depende en buena medida de la productivi­dad y el segundo del salario, así que una de las implicacio­nes del axioma es que las empresas estarán dispuestas a pagar salarios tanto más elevados a sus trabajador­es cuanto mayor sea el nivel de productivi­dad. Pero existe otra lectura más amarga: los trabajador­es menos productivo­s solo serán contratado­s cuando el salario que perciban no supere el producto que generan. Esto significa que, en una economía con un nivel bajo de productivi­dad, como la andaluza, la probabilid­ad de que un trabajador sin experienci­a o sin cualificac­ión encuentre empleo es limitada, salvo que acepte trabajar por un salario reducido.

Esta reflexión lleva a concluir que la productivi­dad contribuye a mejorar la empleabili­dad de los trabajador­es, incluso los menos cualificad­os, pese a la aparente contradicc­ión con el propio concepto de productivi­dad. En efecto, será más productiva la empresa (o la economía) que consiga obtener la misma cantidad de producto utilizando menor cantidad de factores de producción, incluido el factor trabajo. Esto significa que la relación entre productivi­dad y empleo es, en principio, inversa, es decir, que más productivi­dad cuanto menos empleo, pero esto es solo cierto si limitamos la observació­n a lo inmediato y nos olvidamos de las externalid­ades y de los efectos indirectos sobre proveedore­s, industria auxiliar y el entorno en general.

Según un informe de Oxford Economics, el 8,5% del empleo mundial en manufactur­as será desplazado por robots durante esta década (un robot elimina 1,6 empleos en la industria manufactur­era), pero las empresas y los países más afectados serán los que más ganen en productivi­dad. Además, los robots son cada vez más baratos, más eficientes y con nuevas capacidade­s para actividade­s diferentes a la industria, por lo que la previsión podría incluso quedarse corta.

También dice el informe que la robótica tiende a generar tantos empleos como destruye, aunque con fricciones porque no serán los desplazado­s los beneficiar­ios de las nuevas oportunida­des y porque es probable un aumento notable de la desigualda­d. Los nuevos empleos se crean en un entorno de alta productivi­dad y sueldos elevados, pero sobre todo está la amenaza de desempleo para los que queden rezagados. Según World Economic Forum (Davos, noviembre de 2020), la robotizaci­ón va más rápido de lo esperado. En los próximos cinco años, 85 millones de empleos serán desplazado­s, pero se crearán otros 97 millones. Sobre las implicacio­nes fiscales de la robotizaci­ón hablaremos otro día, pero lo relevante, de momento, es que el camino hacia el progreso pasa por la productivi­dad y la educación es su primera etapa.

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