Europa Sur

EL ALGORITMO

- CARMEN CAMACHO

SE acabaron los milagros desde que han entrado en nuestras vidas esas cosas tan inquietant­es del big data, los algoritmos, los geolocaliz­adores y las cookies. A cualquiera, por mucho que se haga la misteriosa, se le pone cara de predecible cuando abre la edición digital del periódico y saltan anuncios de exactament­e lo que andaba buscando. A mí me bombardean con ofertas de ventilador­es de techo. La sincronici­dad, de la que somos tan devotos los poetas, ha muerto. La mágica casualidad ya no es lo que era. No es ningún secreto que los móviles nos escuchan, ni que Facebook

y Whatsapp comparten nuestros datos. El wifi actúa como chivato; por algo los buscadores incluyen ventanas de incógnito, para que podamos navegar algo más discretame­nte. El móvil registra por dónde paseo, incluso (¿quién activa la ubicación sin mi permiso?) me recomienda establecim­ientos de la zona en los que consumir.

“Conócete a ti mismo”, dice el adagio griego. Ya no hace falta, el big data me conoce mejor de lo que yo jamás llegaré a hacerlo. Habiendo admitido la derrota en esta guerra, a menudo me entrego al algoritmo, dejo que me sorprenda con su selección de contenidos, observo qué piensa sobre mí. Los resultados son impresiona­ntes. El algoritmo de Spotify es mi favorito. Su selección musical me maravilla. Sostengo

que su algoritmo controla aspectos inconscien­tes que ignoramos de nosotros mismos, como el compás predilecto, el tipo de voces que nos relajan o elementos psicosocia­les por las que nos atraen ciertas letras. Hoy ha selecciona­do para mí un tema funk, El cordón de mi corpiño de Antoñita Moreno, Espinita de Banda Ionica, y a Bronquio. De diez. El predictor de Netflix en cambio está hecho un lío, pues le siso la cuenta a mi hermana, y tenemos gustos antagónico­s. Ella prefiere series románticas y yo las de psicópatas y, claro, no da una. El de Twitter selecciona lo que aborrecemo­s, para que nos mosqueemos y se nos caliente la boca. Está especializ­ado en sacar nuestra parte chunga. En el apartado “tendencias para mí” hoy destaca a la prestigios­a poeta Marta Sánchez y su letra del himno de España. El algoritmo del Facebook ve antes que tú si te gusta un muchacho. El de Instagram sabe perfectame­nte cómo despertar la envidia: saca a todo el mundo idílico y fresquito. Con razón busco después ventilador­es de oferta… Los algoritmos y sus resultados acabarán convirtién­dose (si acaso no lo son ya) en una inquietant­e réplica del alma humana.

“Conócete a ti mismo”, dice el adagio. Ya no hace falta, el ‘big data’ me conoce mejor que nadie

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