La verdad, cada vez más complicada
¿Hasta cuándo vamos a estar leyendo y escuchando en los medios de comunicación que la mentira y la falacia son dos grandes enemigos de la política? Pues parece todo lo contrario, a tenor del día a día. Porque no pasa ni un día en que como lectores o radioyentes, o las dos cosas, nos encontremos con esa afirmación, en forma de advertencia, para que la tengamos en cuenta, pronunciada por articulistas y comentaristas de toda laya que, según el medio que les paga, dicen lo uno y lo contrario. ¿Dónde está la verdad entonces? ¿Hay más de una verdad? ¿Hay tantas como articulistas y comentaristas? Aviados estamos. Menudo trabajo nos queda intentando descubrirla ante tanta oferta de verdades. Sí, tendremos que ser los demás los que nos tengamos que afanar en descubrir la verdad en ese océano de falsedades, mentiras, pero también de medias verdades. Es muy complicado, también porque se mercadea con ella, es moneda de cambio la verdad, ya expuesta a los saldos, a las rebajas y, por qué no, a las liquidaciones de fin de temporada, que más de lo que fue una verdad incuestionable en el pasado ha devenido en monumental embuste transcurrido el tiempo. Y así, envuelta en brillante papel de regalo, una vez abierto éste, comprobamos con enorme decepción que el obsequio es una superchería. De manera que, al final, decidimos que lo más sano (¿y no al mismo tiempo lo más arriesgado?) es optar por la incredulidad. Lo malo de un exceso de ésta, del “no me creo nada” radical porque “todos mienten” es que nos puede llevar al negacionismo y convertirnos en unos conspiranoicos. Creer o no creer, he ahí la cuestión. Y sobre todo el dilema. Julia Alcer (correo electrónico)