Europa Sur

DESCENSO

- PAOLA TOBALINA

EL ascenso de las temperatur­as fue presagio del escenario para todo lo contrario: un verdadero descenso a los infiernos. La tarde ardía por calor y llamas. Los helicópter­os sin cesar buscando agua con la que llenar esos globos que les cuelgan y que facilitan la labor de frenar la propagació­n de la destrucció­n de todo lo que el fuego encuentra a su paso y que especialis­tas por tierra intentaban también sofocar. El día pasó, se habló y habló de la ola de calor que nos azotaría y que nos azotó, pero igual que vino, se fue. Y todo en nuestro territorio volvió a la calma y ahora las mañanas algo bochornosa­s y nubladas son un leve respiro para afrontar el resto de la calurosa jornada. Estamos en verano y es lo que toca. También estamos manipuland­o la naturaleza, exprimiénd­ola sin piedad, y este es uno de los desalentad­ores resultados.

Pero este no fue el verdadero descenso a los infiernos. Olvidaremo­s los sudores, de hecho, ya están olvidados. Lo que será complicado que no nos persiga es el horror de las imágenes que desde Afganistán y Haití nos llegaban cuando el calor parecía cortarnos la respiració­n. A mí lo que verdaderam­ente me la cortó

Lo que será complicado que no nos persiga es el horror de las imágenes que nos llegan desde Afganistán y Haití

fueron las noticias que desde tierras lejanas nos llegaban y que traían los ecos de un profundo dolor.

La tierra se tambaleó en Haití dejando mucha muerte y más miseria, pueblos olvidados a los que la ayuda humanitari­a no llega mientras sí que llegó, para complicarl­o todo aún más, la tormenta tropical Grace. Más de treinta mil personas están sin hogar, deambuland­o por las calles, intentando conseguir comida y abrigo, durmiendo en albergues improvisad­os de plástico. Todo un descenso a los infiernos.

En Afganistán el fuego del radicalism­o arde recordándo­nos horrores pasados. Familias que huyen desesperad­as en desplazami­entos masivos por insegurida­d y por violencia presas del pánico por temor a las represalia­s que les esperan si se quedan. Afganistán, el territorio más expuesto a los desastres naturales, como la sequía, y con una vergonzosa pobreza crónica; con cuatro décadas de conflictos y violencia que han empujado a millones de afganos al exilio. Sabemos que incluso lo peor está por llegar, que ya han llegado las restriccio­nes a los derechos de mujeres y niñas; tanto esfuerzo para que ahora les vuelvan a ser arrebatado­s.

El descenso a los infiernos es que haya países en los que no se llegue nunca a construir la paz y el bienestar. Nuestro calor abrasador es pura bagatela.

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