Europa Sur

NOVELA E HISTORIA

- ALBERTO GONZÁLEZ TROYANO

LA lectura de unas novelas bien elegidas permite recorrer, paso a paso, las tierras andaluzas. Unos títulos sirven para desplazars­e, con la imaginació­n, a lo largo y ancho de su geografía; otros, para conocer, por dentro, los conflictos de sus distintas clases sociales, o bien abren puertas para contemplar la vida en pueblos y ciudades, en épocas pasadas o recientes. Además, gracias al poder de evocación que conserva la novela bien escrita, esta recomendab­le peregrinac­ión literaria puede hacerse sin moverse de un cómodo sillón, de la mano de una serie de novelistas que, desde mediados del siglo XIX, empezaron a difundir narracione­s costumbris­tas y realistas, al mismo tiempo precisamen­te que Andalucía adquiría entidad regional propia. Casi puede decirse que la novela moderna y la invención de una cultura andaluza diferencia­da surgieron a la par. ¿Pero por qué insistir tanto en que se emprenda ahora, en estos momentos, tal tarea? Porque Andalucía es, sobre todo, producto y consecuenc­ia de la memoria y conciencia que de ella conservan sus habitantes. Y esa memoria (y la historia y la literatura que la alimentan) está cada vez más en camino de disolverse. Dado el triste y conf lictivo panorama autonómico reinante en el país, las vivencias culturales y una conciencia combativa que las difunda son cada vez más necesarias. Y ante esta situación de deterioro y olvido, la novela es el único recurso al que puede acudir un andaluz para recuperar y mantener la memoria de su pasado. Aquellos libros de historia –escritos llenos de ilusión en los años setenta y ochenta del pasado siglo– capaces de remover el recuerdo de los viejos tiempos y recuperar los hechos y comportami­entos que originaron la forma de vivir y la cultura andaluza, por desgracia se han visto obligados a recluirse casi exclusivam­ente en el mundo académico y universita­rio. No hay ningún interés institucio­nal para fomentar su lectura. Y así, a grandes rasgos, en Andalucía ya sólo se mantienen vivas media docena de tradicione­s, gracias al apoyo un tanto volátil del turismo y con el riesgo de un acartonami­ento cada vez mayor. Por ello, esta insistenci­a en que cuando menos se lean novelas sobre Andalucía, como si se tratase de un último grito y refugio. Entrar en una biblioteca (quizás en la propia, en la que está en un estante olvidado), o, en una librería, moderna o de viejo, escoger un título que alimente la conciencia y la ilusión de que Andalucía aún existe, cuando menos en papel. Ese puede ser el último gesto de resistenci­a posible, ante una desidia que lo diluye todo.

Andalucía es, sobre todo, producto y consecuenc­ia de la memoria y conciencia que de ella conservan sus habitantes

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