Europa Sur

Noor, la ‘Grace Kelly’ de Jordania

- Fátima Díaz

Una estadounid­ense en el trono de Jordania. El ‘cuento de hadas’ de la reina Noor y Hussein podría asemejarse bastante al de Grace Kelly y Rainiero de Mónaco si no fuera porque se desarrolló en el turbulento, político y socialment­e, Oriente Próximo. Noor de Jordania cumplió ayer 70 años convertida en un icono de elegancia, saber estar y concordia no sólo en su país sino en todo el mundo.

Noor se llamaba Lisa Halaby cuando conoció a Hussein con tan sólo 25 años, en el verano de 1975. Ella estaba en Jordania acompañand­o a su padre, un ejecutivo de aviación que había sido designado por el monarca jordano para crear una línea aérea panárabe en Oriente Próximo. Política y vida privada unidos desde el primer momento, en lo que se convertirá en una constante en su trayectori­a. Lisa sacó una fotografía del rey y su padre ignorante de que en breve serían familia. Como sacado de un guión de película es también lo que sucedió unos meses antes en Irán, cuando después de una cena un conocido le leyó la fortuna en los posos del café y predijo: “Volverás a Arabia y te casarás con alguien de alta cuna, un aristócrat­a de la tierra de tus ancestros”.

Cuando llegó a Ammán en 1977 para dirigir el departamen­to de planificac­ión y diseño de la compañía aérea Arab Air Service, Lisa parecía la encarnació­n del sueño americano en todas sus glorias y contradicc­iones. Nieta de emigrantes sirios y suecos que habían logrado triunfar en Estados Unidos, era la típica hija del

baby boom, con una relación ambigua con sus padres entre la confianza, el amor y el individual­ismo. En sus memorias, habla de lo difícil que era estar a la altura de las expectativ­as que su exitoso padre había puesto en ella, del sufrimient­o por las constantes mudanzas y de las peleas sus padres que acabarían divorciánd­ose.

Llevaba poco tiempo trabajando en Jordania cuando sus encuentros casuales con el rey comenzaron a llamar su atención, hasta que la invitó a almorzar en su residencia. Hussein acababa de convertirs­e de nuevo en uno de los solteros de oro del mundo, tras enviudar de su tercera esposa, la reina Alia, que había muerto en un accidente de helicópter­o. Su primera esposa fue Dina bint ‘Abdu’l-Hamid, la reina consorte Dina, una princesa hachemita también educada en Inglaterra que acabó saliéndole rana y se divorciaro­n. Con ella tuvo a su primera hija. Luego llegó Muna al-Hussein con quien, aunque nunca recibió el título de reina, tuvo cuatro hijos. Antes se llamaba Antoinette Avril Gardiner y era hija de un oficial británico. El matrimonió duró 11 años, tras los cuales Hussein se divorció para casarse con Alia Toukan, una de tantas jordanas de familia palestina que residían en el país. Con ella tuvo otros tres vástagos. Así que cuando Noor entró en escena se convirtió de un plumazo en madrastra de nada menos que ocho niños.

Noor al- Hussein, “la luz de Hussein”, que así la renombró su marido, se convirtió al Islam la misma mañana del enlace. Cuenta Noor en su biografía: “A lo largo de los años me esforcé tanto como pude por incluir en las relaciones familiares a todos los hijos, y siempre pareciera adecuado, también a sus madres, con la esperanza de que un contacto regular nos haría sentir más próximos y reduciría cualquier tensión. Me gustaría poder decir que la estrategia fue un éxito. Visto en retrospect­iva, pienso que fue ingenuo. Yo pensaba que si irradiaba sentimient­os positivos, me serían devueltos. No era tan sencillo”.

Además de la presión y el constante escrutinio sobre su aspecto físico, vestuario y gestos, también estaban las constantes habladuría­s y chismorreo­s sobre la relación de la pareja, con historias sobre infidelida­des mutuas que salían publicadas incluso en prensa extranjera, y los ataques a sus gastos tratándose de un país en vías de desarrollo cuya prosperida­d pendía de un hilo siempre a punto de romperse. Y se rompía con facilidad, fuese en forma de crisis del petróleo, de intifada o de invasión de Kuwait.

Noor fue la cara más amable de Jordania y de Oriente Próximo en un momento en el que la zona no podía tener peor fama. Era joven, guapa, culta, amable y rodeada de un encanto desarmante.

Hussein murió en Ammán el 7 de febrero de 1999, después de largos y penosos tratamient­os en la clínica Mayo que no pudieron eliminar su cáncer. Siguieron cinco años de frenéticos rumores y especulaci­ones hasta que en 2009 el hijo mayor de Rania y Abdullah fue nombrado príncipe heredero. Con la popular y mediática Rania la relación no fue fluida y casi nunca se les ha fotografia­do juntas. Hoy Rania es tan criticada por sus gastos y su imagen frívola como lo fue Noor en su día.

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EFE Noor de Jordania, en una imagen reciente.

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