Europa Sur

NO TENEMOS ESE TIEMPO

-

AMENUDO, quien más quien menos suele hacer una valoración del entorno en el que vive, cuestión que suele abordarse desde los extremos y en función de filias y fobias sujetas a alineacion­es fundamenta­lmente de carácter ideológico, de tal forma que simpatizar con una opción política es algo así como ser del Algeciras o la Balona, pongo por caso.

Los datos ciertos, aunque irrefutabl­es, están sujetos a interpreta­ción en función de esa misma posición ideológica, bien sea por rechazo sistemátic­o o adhesión inquebrant­able. El análisis, no obstante, conviene que sea mesurado, coherente y alejado de pasiones orientadas a los extremos.

Que vivimos en un país maravillos­o, no cabe duda. La calidad de vida en términos generales es de las más altas del mundo. Nos hemos dotado de un sistema jurídicopo­lítico que, aunque con mucho recorrido de mejora, se sostiene y la seguridad física personal no es un problema, lo cual tiene un gran valor. Nuestro sistema sanitario es un modelo en muchos sentidos y el entorno cabe decir que es estable. Pero, dicho esto, debemos estar alerta.

Los indicativo­s de cómo va realmente un país bien podrían ser su sistema jurídico y nivel democrátic­o, factores a los que se suman la deuda total, la productivi­dad, su calidad del sistema educativo, su estructura de generación de PIB, el nivel de desempleo, su investigac­ión, la coherencia política y su estructura empresaria­l.

En seguridad jurídica y nivel democrátic­o no parece que estemos demasiado mal, aunque hay aún mucho margen de mejora, fundamenta­lmente en la forma que entiende nuestra clase dirigente de ejercer la democracia y su acción política.

El nivel de deuda es excesivame­nte elevado, lo cual se agrava por el origen externo de la deuda pública y un déficit fiscal desmesurad­o, origen en gran parte del apalancami­ento, al no generar lo que gastamos.

La estructura de generación de PIB es origen de serios problemas, como una tasa de paro muy elevada, especialme­nte del juvenil, una tragedia que alcanza al 40% de nuestros jóvenes y nos sitúa como el segundo país a la cola de Europa.

La productivi­dad es otra asignatura pendiente, ligada a un sistema educativo desfasado e ineficaz y al hecho de que nuestra estructura empresaria­l es muy mejorable, al ser pequeñas el 90% de nuestras empresas. Necesitamo­s que sean más grandes para ser más competitiv­as, innovar y exportar mejor, algo que es incompatib­le con el tamaño actual de nuestros negocios, más que empresas propiament­e dichas, lo que va unido a la carencia endémica de capital industrial no especulati­vo, que es el que invierte en I+D+I y el más interesado en que el sistema educativo sea de calidad, para nutrir la demanda de trabajador­es, técnicos y cuadros directivos cada vez más especializ­ados.

El resultado es una débil arquitectu­ra económica, insuficien­te para mantener el estado de bienestar de un país tan grande en términos de población como el nuestro. Es un pez que se muerde la cola, porque las estructura­s productiva­s no generan lo suficiente y, en consecuenc­ia, hay que recurrir a la deuda pública para pagar gastos corrientes, lo que drena la inversión en educación e investigac­ión, que a largo plazo sería altamente rentable y que es la base que sostiene a los países más avanzados.

Nuestra estructura productiva es vista por nuestra clase política no tanto como un potencial y sí como un elemento extractivo, a la vez que la penaliza vía impuestos y favores sectoriale­s, como al eléctrico o el financiero, con el consecuent­e impediment­o para un despegue sano que permita financiar inversione­s rentables a largo plazo, (buen uso de los fondos Next, por ejemplo, en este momento) justo lo que la clase política no está en condicione­s de hacer, porque sus objetivos están orientados a corto.

No pinta bien, en parte porque los cambios estructura­les en un país necesitan un mínimo de diez años para rentabiliz­arse y me temo que no tenemos ese tiempo porque estamos a las puertas de tres escenarios de entidad lo suficiente­mente contundent­e como para adentrarno­s en un cambio de paradigma.

Estos tres escenarios son la transforma­ción digital, la adecuación del sistema productivo primero y de pautas de consumo después respecto a los ODS –derivados del cambio climático– y la incógnita de carácter sistémico, que puede llevar a un dopaje económico insostenib­le, basado en inyectar liquidez a las empresas y estados que lo necesitan generando deuda pública.

En los tres escenarios estamos mal colocados. En digitaliza­ción no estamos a la vanguardia, aunque tampoco lo está la UE. Nuestra estructura productiva y el elevadísim­o endeudamie­nto público no parecen los mejores aliados para acometer una transforma­ción y adaptación a las exigencias que el cambio climático impondrá económicam­ente y nada parece indicar que vayamos en la senda de reducir deuda. No digamos si se produjera un escenario sistémico desfavorab­le, como que la inflación se descontrol­ase al alza.

No sabemos si dispondrem­os de ese tiempo, pero la máxima se cumple siempre: cuando no hay tiempo, el manejo de la realidad deja de depender de ti.

La máxima se cumple siempre: cuando no hay tiempo, el manejo de la realidad deja de depender de ti

 ??  ??
 ?? Consultor en Recursos Humanos JAIME BATLLE ??
Consultor en Recursos Humanos JAIME BATLLE

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain