El legado de medio siglo de violencia e inestabilidad
Los talibanes anunciarán en los próximos días un Gobierno que los expertos en la región dudan de que pueda poner fin a la vorágine de violencia e inestabilidad política en que permanece inmerso desde hace medio siglo Afganistán.
Golpes de Estado, guerras civiles e invasiones extranjeras se han sucedido de forma ininterrumpida en el país desde el derrocamiento en 1973 del último rey, Zahir Shah, hasta la recuperación este mes del poder por los islamistas tras dos décadas de paréntesis.
A los precedentes históricos se suman indicios de nuevas insurrecciones por parte de una incipiente resistencia civil y por parte del brazo local del yihadista Daesh, cuyo atentado en el aeropuerto de Kabul fue un desafío al recién estrenado poder talibán.
Los talibanes figuraron entre los primeros en condenar el ataque del jueves y precisaron que se había registrado en la zona “bajo la autoridad” de las fuerzas estadounidenses para eximirse de toda responsabilidad. También para dar la impresión de que garantizan la seguridad en el área bajo su control frente a organizaciones yihadistas rivales.
Esa rivalidad se ha acentuado por la vocación universalista de grupos como el Daesh, que contrasta con la política de ámbito sólo doméstico de los talibanes desde que en 2001 EEUU ocupara el país y los descabalgara del poder en castigo a su complicidad con el 11-S.
La división entre los yihadistas –parte del brazo local del Daesh Islámico está integrado precisamente por talibanes disidentes–, es uno de los factores de inestabilidad que afronta la nueva etapa, según el analista indio y especialista en la región Tarun Basu.
“Dentro del movimiento talibán hay diferentes facciones, no es homogéneo. Está el grupo adscrito a Pakistán pero también hay grupos que han comenzado a girar en la órbita de China”, mantiene Basu, director del foro digital de debate South Asia Monitor. Ambos países, aliados regionales, son los principales beneficiados por la salida de EEUU de Afganistán, dice.