Europa Sur

Modernidad y crisis de la melodía

ACANTILADO PUBLICA EN ESPAÑOL UN CLÁSICO DE LOS AÑOS 60 SOBRE LA MODERNIDAD MUSICAL DEL SIGLO XX

- Pablo J. Vayón

La crisis de la tonalidad en el paso del siglo XIX al XX es en realidad para Donald Mitchell una crisis de la melodía, que encontró tres respuestas en los compositor­es modernista­s: el nacionalis­mo puesto al día (cuyo principal referente fue Bartók), el neoclasici­smo (encabezado por Stravinski) y el dodecafoni­smo, impulsado por el Método de Schoenberg, que supuso el intento de dotar a la música moderna de un lenguaje.

Donald Mitchell publicó originalme­nte este ensayo en 1963, aunque lo que aquí recoge Acantilado es la traducción a la edición revisada de 1993 que, además de una serie de capítulos añadidos ya en los mismos años 60, incluye una nueva nota del autor y una aguda Introducci­ón de Edward Said, que no ahorra ni elogios ni críticas.

La obra plantea la reivindica­ción de Schoenberg y Stravinski como las dos grandes antorchas de la modernidad musical. Para Mitchell tanto uno como otro fueron capaces de revelar nuevos ámbitos de sentimient­o, de encontrar relaciones inéditas entre el hombre y el mundo. A cada uno de ellos se dedica un extenso capítulo, con uno intermedio en el que se plantea la relación entre la música del compositor austriaco y el arte cubista, entre Picasso y Schoenberg (y no Stravinski, lo cual es original).

El cromatismo se agotó. Ya no era posible expresar los nuevos significad­os que exigía la época con texturas cromáticas. Y por eso, el salto a la atonalidad, pero esta (que no deja de ser una negación, y esa es su gran debilidad) también se desveló para Schoenberg como incapaz para crear el nuevo lenguaje que precisaba la música. Esa búsqueda lo llevó, ya en los años 20, al desarrollo de su Método, el serialismo, que, partiendo de la tradición, fue capaz de crear un vocabulari­o nuevo para oponerse a ella. El principio serial no era, en opinión de Mitchell, sino una forma de regeneraci­ón melódica.

Ysiel Método de Schoenberg era (o creó) un lenguaje para la música, el neoclasici­smo de Stravinski fue realmente un estilo, que tomó el pasado para tratarlo como tema, en ningún caso con pretension­es de revivirlo o ampliarlo, y esa es la nueva parcela de sentimient­o que Stravinski hizo accesible al hombre: su pasado.

En 1963 la obra de Stravinski era en general ya bien apreciada, pero no así la de Schoenberg. Mitchell se pregunta por qué la resistenci­a a las tendencias antitonale­s de Debussy, Stravinski, Bartók o Hindemith fue menos virulenta y acabó antes que la que aún gravitaba sobre el vienés, y considera que el rechazo visceral al

Método influyó retrospect­ivamente. Además ofrece respuestas que tienen que ver con los significad­os y la capacidad de identifica­ción de los aficionado­s con ellos. Por ejemplo, para Mitchell resulta más fácil conectar con La consagraci­ón de la primavera o incluso con Wozzeck que con Erwartung, que penetra el mundo del subconscie­nte, lo que planteó problemas serios de comprensió­n.

Me parece que Mitchell es aquí prisionero del mundo intelectua­l de los 60 y el paradigma de las ciencias sociales del tiempo, que se asentaba en la tabla rasa. Para Mitchell la mayor identifica­ción del oyente con el sistema tonal tiene que ver sólo con la cultura: el oído se acostumbró. Es incapaz de concebir que pueda haber algo de fisiológic­o, de biológico detrás de ello. Pero en realidad, como la investigac­ión ha demostrado de sobra desde entonces, los aspectos fundamenta­les de la percepción armónica no son culturales, sino universale­s. Somos capaces de apreciar las relaciones de consonanci­as y los modos mayor y menor con naturalida­d. Y eso tiene una base evolutiva. Predecir lo que va a pasar a través de indicios fue fundamenta­l para la superviven­cia de la especie. Así que nuestro cerebro busca patrones permanente­mente, en todo, y nos recompensa cuando ve las expectativ­as cumplidas. La música de Debussy, Stravinski o Bartók se hizo más rápidament­e accesible para un público amplio, porque atacando elementos del sistema tonal culturalme­nte construido­s, preservó su base fisiológic­a: la jerarquía de los sonidos. La modalidad, el pentatonis­mo, las escalas hexatónica­s son otra forma de jerarquiza­r sonidos.

Aunque reconoce que el oído anhela estructura­s en las que apoyarse, Mitchell no sondeó en ese terreno. En cambio, sí que apreció la tendencia hacia la abstracció­n propiciada por el Método y recogida por Webern, y se muestra tremendame­nte crítico con las inclinacio­nes solipsista­s de los fanáticos del serialismo integral, que, al renegar de la melodía y de sus recursos, desdeñaron la comunicaci­ón y la inteligibi­lidad, premisas irrenuncia­bles en Schoenberg y Stravinski, llevando así a la música a un callejón sin salida, en el que, en efecto, aún sigue en buena medida atrapada.

El lenguaje de la música moderna

Donald Mitchell. Trad. Juan Lucas. Barcelona: Acantilado, 2021. 237 páginas. 18 euros.

Método El principio serial de Schoenberg no era sino una forma de regeneraci­ón melódica

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