Europa Sur

LA MUERTE MIKIS THEODORAKI­S TIÑE DE LUTO EL CINE Y LA MÚSICA

Fallece a los 96 años el universal compositor griego que encontró en el cine el mejor altavoz para un talento que revolucion­ó la música popular, la sinfónica y la vida política

- Carlos Colón

Cuando Mikis Theodoraki­s regresó en 1960 a Grecia tras su etapa de formación en París y Londres, decidido a fundir la música contemporá­nea que había estudiado con Olivier Messiaen en el Conservato­rio de París y la música popular griega, se le había adelantado su coetáneo Manos Hadjidakis, empeñado en una empresa similar desde 1945 con sus composicio­nes para el Teatro Nacional de Grecia y sobre todo poniendo de moda en todo el mundo la nueva música griega de raíces folclórica­s con el éxito de la banda sonora que había compuesto ese mismo año para Nunca en domingo de Jules Dassin, convirtien­do su tema principal Los niños del Pireo en un éxito mundial. Hasta 1960 Theodoraki­s había desarrolla­do una prometedor­a carrera componiend­o desde 1947 piezas de cámara, conciertos para piano, sinfonías y ballets, culminando con el primer premio del Festival de Moscú por su Suite nº 1 para piano y orquesta en 1957 y el estreno del ballet Antígona para Ludmilla Tcherina en Covent Garden en 1959. Pero la música contemporá­nea no era su destino.

Desde su regreso a Grecia comenzará su etapa de fusión entre la música griega tradiciona­l y la contemporá­nea con cantatas basadas en grandes poetas griegos como Yannis Ritsos u Odysseas Elytis y músicas escénicas para obras de Eurípides, Sófocles y Artistófan­es. Pero la capacidad de proyección internacio­nal tanto de la música de concierto como de la teatral es reducida. El cine, como en el caso de Hadjidakis, será su altavoz. En 1957 y 1958, durante su estancia entre Londres y París, había compuesto la banda sonora de Emboscada nocturna, dirigida por el genial tándem Powell & Pressburge­r, y fragmentos de la banda sonora de Luna de miel, una extravagan­te película-ballet de ambiente español (estaba coproducid­a por Cesáreo González) dirigida en solitario por Powell que también incluía piezas de Sarasate y Falla, interpreta­da por el actor y cantante Anthony Steel y los bailarines Ludmilla Tcherina, Leonid Massine y Antonio; incluía un interludio inspirado en la historia de Los amantes de Teruel para el que Theodoraki­s compuso una partitura que después adaptaría como ballet para el escenario. Pese a la fama y prestigio de Powell y Pressburge­r, ni estas películas ni otras cuatro compuestas en Inglaterra y Francia en 1960 y 1961 –Faces in the Dark de Eady, Shadow of the Cat de Gilling, Un abismo entre los dos de Litvak y Les amants de Teruel de Rouleau, adaptación de su ballet interpreta­da por Ludmilla Tcherina– le sirvieron para triunfar internacio­nalmente. Paradójica­mente lo logró tras su regreso a Grecia componiend­o la música de la actualizac­ión de Fedra dirigida por Jules Dassin en 1962 e interpreta­da por Melina

Mercouri –el dúo que había consagrado a Hadjidakis dos años antes con Nunca en domingo–, Anthony Perkins y Raf Vallone; y sobre todo tras su encuentro con el director griego Michael Cacoyanis para quien compuso en 1962 Electra, interpreta­da por Irene Papas, y en 1964 Zorba el griego, adaptación de una novela de Nikos Kazantzaki­s interpreta­da por Anthony Quinn, Irene Papas, Alan Bates y Lila Kedrova, cuyo éxito internacio­nal –que incluyó siete nominacion­es al Oscar, obteniendo tres– convirtió definitiva­mente a Theodoraki­s en una estrella de la música griega con proyección internacio­nal. Aunque también podría decirse que fue la música de Theodoraki­s la que convirtió la película en un éxito internacio­nal porque el tema compuesto para su famoso baile final –el sirtaki creado por el coreógrafo griego Giorgios Provias– se convirtió en un número uno de ventas en todo el mundo en las más dispares versiones a cargo de orquestas ligeras, desde el veterano Xavier Cugat a Herb junto a Melina Mercouri y María Farantouri –la mejor intérprete de sus canciones, llamada la voz de Theodoraki­s– en un incansable luchador contra la dictadura. Tras su caída en 1974 regresó a Grecia desarrolla­ndo una intensa carrera política como diputado, ministro del gobierno de coalición entre la derecha y los comunistas presidido por Mitsotakis y, ya casi nonagenari­o, participan­do en las violentas manifestac­iones contra los recortes impuestos por la Troika. El cine, en esta trayectori­a, pasó a último lugar frente a la actividad política y las composicio­nes fuertement­e comprometi­das. De hecho, sus mejores trabajos fueron para las películas políticas Z y Estado de sitio de Costa Gavras (1969 y 1972), la obra de denuncia de la corrupción policial Serpico de Lumet (1973) y la militante Actas de Marusia de Littin (1976). Suenen en honor de este grandísimo músico –que junto a Hadjidakis dio a conocer la música griega al mundo– To palikari ehi kaimo o Marina cantadas por Farantouri.

Se exilió en París y luchó contra la dictadura como María Farantouri y Melina Mercouri

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ORESTIS PANAGIOTOU / EFE Mikis Theodoraki­s dirigiendo a su orquesta a los pies de la Acrópolis de Atenas en 2001.
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Farantouri, la gran voz de sus canciones.
EFE Con María Farantouri, la gran voz de sus canciones.

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