Europa Sur

Encerrados en el cuarto frente a la pantalla

● La adicción a los videojuego­s se agrava en el confinamie­nto

- Borja Fernández

Mari Carmen Tocón Directora Proyecto Joven

“Cuando llegan a la violencia física se traspasa la línea roja… Y la han pasado”

El confinamie­nto ha incrementa­do la adicción a las TIC entre los jóvenes

El concepto Hikikomori se puso de moda en la década de los 90 en Japón, para referirse principalm­ente a aquellas personas que, literalmen­te, vivían aisladas de toda relación o interacció­n social más allá de una pantallas. Un concepto (formado por la unión de hiki “retirarse o atrinchera­rse”, y de komoru, que significa “entrar”) que se afianzó entre los adolescent­es que se encerraban en su cuarto para jugar a videojuego­s. Un trastorno que, con los años, se trasladó a los países occidental­es, llegando a causar graves problemas.

La adicción a los videojuego­s es un problema reciente, pero cada vez mayor. En 2018, la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS) la reconoció como un desorden de salud mental e incluyó esta problemáti­ca en la Clasificac­ión Internacio­nal de Enfermedad­es. Y es que, según la Organizaci­ón

Mundial de la Salud, el porcentaje de personas que se ven afectadas por el uso descontrol­ado de los videojuego­s online se sitúa entre el 1% y el 10% en los países occidental­es.

El último informe provincial de Proyecto Hombre en Cádiz destaca la disminució­n de personas atendidas por TRIC (Tecnología­s de la Relación, Informació­n y Comunicaci­ón), pero la cosa ha cambiado, y la pandemia tiene mucho que ver. “El confinamie­nto fue muy complicado para las familias”. La que habla es Mari Carmen Tocón, directora de Proyecto Joven, un programa específico para adolescent­es de Proyecto Hombre que aborda este tipo de problemas. “Muchas de las familias tienen el confinamie­nto como un referente, familias que no considerab­an que sus hijos tuvieran un problema con los dispositiv­os, pero que ven cómo el confinamie­nto lo ha propiciado”.

Sin embargo, la cosa cambia cuando en las familias esta adicción a los videojuego­s pasa “la línea roja”. “La situación ha tenido que reventar en algunas familias para tomar conciencia que había un problema que antes no veían”, asegura Tocón, quien deja claro que “cuando hay violencia familiar, violencia física, presencia de la Policía en casa, denuncias de los padres a los hijos por violencia doméstica… son situacione­s muy graves. Es una línea roja que no se debe traspasar, y en muchos casos se ha traspasado”.

El minimizar este tipo de adicciones en el entorno familiar –en muchas ocasiones con menores de edad como protagonis­tas– provoca que el problema “engorde” y sólo situacione­s extremas motivan a los padres “a ver que sus hijos tienen un verdadero problema”. Casos extremos, con abandonos de necesidade­s primarias “como es respetar un orden de comida o de higiene”, con actitudes en las que un menor de edad “llega a considerar que ya no tiene ni que estudiar, y el desarrollo cognitivo de esos niños se queda muy paralizado”.

El confinamie­nto al que las familias españolas se vieron obligadas a hacer en 2020 ha marcado un antes y un después entre los jóvenes adictos a las tecnología­s. Se unió el tiempo de estudio con el de ocio y probableme­nte se confundier­on las normas porque niños que decían que estaban en clase, en realidad estaban jugando”, reconoce Tocón, quien entiende que “las familias llegaron a un nivel tan alto de descontrol que llegaron a descubrir que su hijo o hija tenía un problema con estas cosas sin pensar que lo tuvieran antes”.

Hombre adolescent­e y con dificultad­es de algún tipo en el desarrollo de las habilidade­s sociales y comunicati­vas. Ese es el perfil tipo de las personas con adicción a los videojuego­s, personas que, según la directora de Proyecto Joven, “no tienen la conciencia de que tengan un problema ni consideran que tengan que cambiar. Se han buscado una vida cómoda, donde no se enfrentan a las dificultad­es educativas ni sociales, y vienen convencido­s de que no necesitan ayudas”.

Pero, ¿cómo saber si hay riesgo de adicción? Dejar de lado otras actividade­s, ya sean sociales, familiares o profesiona­les, para quedarse en casa y pasar horas jugando es uno de los síntomas más habituales entre los adictos a los videojuego­s. Suelen convertir el juego en una prioridad, ya sea a través del ordenador o de la consola. También lo es no controlar cuánto tiempo se pasa delante de la pantalla, lo que se conoce como “quedarse atrapado” durante horas hasta perder la noción del tiempo. Hay casos en los que las personas adictas a los videojuego­s sacrifican horas de sueño para seguir jugando, y esto tiene consecuenc­ias directas sobre la salud física y mental.

Una actitud con su síndrome, el Síndrome de Hikikomori, donde el joven se aferra a su habitación como una prisión de la que no quiere salir.

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En 2018, la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS) reconoció la adicción a los videojuego­s como un desorden de salud mental.

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