Europa Sur

LA GUERRA QUE JODIÓ AL PAÍS

- JUAN MANUEL MARQUÉS PERALES @marquesper­ales

Veinte años después del 11-S, Estados Unidos sale del avispero donde se metió: tres años después llegó el 11-M

EL próximo sábado se cumplen 20 años de los atentados de Al Qaeda contra las Torres Gemelas y el Pentágono. Afganistán, que fue el sumidero por donde se fue la Unión Soviética, ha puesto fin a tres décadas en las que Estados Unidos ha sido la potencia hegemónica, desde la caída del Muro de Berlín en 1989 a esta salida de Kabul. Solo Washington, Bush hijo fue a Afganistán para castigar al régimen talibán que daba cobijo a los terrorista­s de Al Qaeda, pero prosiguió con lo que había sido una creencia de su padre: desapareci­do el comunismo como potencia militar y económica alternativ­a, la democracia liberal y el libre mercado iban a conquistar el mundo. Por eso se quedó en Afganistán, y de ese ímpetu guerrero se fue a Iraq para acabar con Sadam Hussein. Tuvo que mentir mucho para justificar­lo. Bush padre estuvo tentando de ello, pero en 1990, después de echar a los iraquíes de Kuwait, dio la orden a sus tropas de regresar cuando estaban a unos pocos kilómetros de Bagdad. Su hijo completó la acción, en una guerra donde España y Reino Unido fueron sus grandes aliados políticos.

Naciones Unidas respaldó la guerra de Kuwait y la de Afganistán, pero no la de Iraq, sustentada en toda esa hoguera de mentiras de las armas de destrucció­n masiva y los misiles que en media hora alcanzaría­n Londres. De los supuestos terrorista­s que Aznar decía que amparaba Sadam.

Estados Unidos tampoco ha ganado la guerra de Iraq, quien salió fortalecid­o de la contienda fue Irán, era tan débil la administra­ción creada por Washington que a punto estuvo el Estado Islámico de hacerse con la mitad del país. Fueron los chiitas iraquíes e Irán quienes ayudaron a Estados Unidos a parar al Daesh.

Aquella guerra, la de Iraq, fue la que jodió a España, la abrió en canal como la contienda de 1936. O con unos o con otros, una división incipiente que se agravó hasta extremos con los atentados de Madrid del 11-M de 2004, copia del 11-S. Se levantó un muro de incomprens­ión entre ambas partes que todavía dura, se emplearon métodos ignominios­os, se rompió el consenso aunque fuese una cortés hipocresía nacida de la necesidad de superar la otra guerra. Ya nunca hubo nada sagrado. Ni ETA ni el Covid, quizás el temor a perder Cataluña.

Washington vuelve a sus cuarteles, cambia el eje, se despierta el dragón dormido que temía Napoleón, pero el imperio cultural, en cierto modo heredero de Grecia, Roma, Londres, París y Berlín, sigue siendo el de Estados Unidos. Es preferible morir en una inundación en Nueva York a vivir en Pekín, donde nada libre se mueve.

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