Europa Sur

EL INVETERADO SAVATER

- MARTÍN DOMINGO @sundaymart

FERNANDO Savater fue, según los ficheros de la policía franquista, un anarquista moderado, un joven díscolo y contestata­rio, que se convirtió con los años en socialdemó­crata liberal y en un gigante ético, brújula de una sociedad desorienta­da y huérfana de mentes lúcidas. Su figura se alza como un coloso en una escena pública demediada y empobrecid­a, dominada por políticos maniobrero­s y bisutería intelectua­l. Bisutería intelectua­l como la que ha pretendido vendernos Coradino Vega en El País (curiosamen­te, el diario en el que escribe Savater desde su fundación), calificand­o al filósofo donostiarr­a de “liberal hemipléjic­o”. Para el escritor onubense, que no sólo se refiere (sin nombrarlo) a Savater, sino también a otros intelectua­les de talla como Ovejero o Félix de Azúa (pero el que le jode más, y se le nota, es Savater) el viejo y respetable profesor vasco es un “inveterado columnista de El País” (casi parece que esté pidiendo

Savater es un ciudadano comprometi­do que se ha jugado la vida por defender la democracia y la libertad

a los jefes su jubilación) que ha traicionad­o la causa progresist­a por lanzar el dardo de su sarcasmo contra la intensita Greta Thunberg, la ridiculez inclusiva del lenguaje posfeminis­ta o “la traición a España de Pedro Sánchez, por su diálogo con los nacionalis­tas”. En el artículo, que es un ataque personal gratuito, lo acusa, además, de no saber discernir dónde termina el acto criticable y dónde empieza el ataque personal gratuito.

De Cristopher Hitchens, el portentoso y controvert­ido escritor inglés, su amigo Richard Dawkins dijo: “Si te invitan a un debate con él, no vayas”. Ese consejo valdría también para los oponentes dialéctico­s de Fernando Savater, polemista temible, siempre cargado de razones y argumentos que defiende, además, contra lo que asegura Coradino, sin perder nunca la sonrisa. Pero sabemos por el Cantar del Mío Cid que “lengua sin manos no es de fiar”. Savater no es, como su admirado Montaigne, un pensador encerrado en su torre, sino un ciudadano comprometi­do con su país y con su tiempo que ha bajado al barro y se ha jugado –literalmen­tela vida por defender la democracia y la libertad. No es de extrañar que su epitafio preferido sea el de Willy Brandt: “Se tomó la molestia”.

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